martes, 2 de abril de 2013

OTRO TORO, OTRA FIESTA.



Fernando Robleño ante uno de Victorino en Arles

"...Aquí nadie va a los toros a enseñarse. Ni a saludar a los amigos. Los cinco sentidos en el ruedo, en el que Robleño Castaño están delante de “victorinos”, que están a la que salta aunque a veces se hagan los dormidos..."

Otro toro, otra Fiesta

Por Paco Mora
Arles. Lunes. Otro toro, otra Fiesta. Ni mejor ni peor, distinta. Corridas que huelen a torero macho y a cloroformo. Aquí nadie va a los toros a enseñarse. Ni a saludar a los amigos. Los cinco sentidos en el ruedo, en el que Robleño y Castaño están delante de “victorinos”, que están a la que salta aunque a veces se hagan los dormidos. Nadie espera exquisiteces ni adornos de ninguna clase, sino ver torear en el más estricto sentido del concepto. A la vieja usanza. A la eterna manera. Que es tratar de salir andando de la plaza una vez terminada la corrida. El de Madrid y el salmatino-leonés estuvieron valientes y derrochando conocimientos sobre lo que tenían delante, que eran toros de Victorino Martín, que pueden ser cualquier cosa menos vulgares y aburridos. Aquí sí que camarón que se duerme la corriente se lo lleva. Aquí sí que los olés les deben sonar a gloria a los toreros y las orejas a euromillón con premio gordo.

Arles, por donde todavía se da un garbeo Jean Mari de Magnan, el intelectual francés que escribió un original libro sobre la corrida de toros, con dibujos de Jean Cocteau. ¡Qué tiempos aquellos en los que el entonces joven Jean Mari viajaba por toda España, acompañado por su bella esposa Claudine, para ver a Pedrés! Todavía guardo su libro con una cariñosa dedicatoria firmada al alimón por el matrimonio. Oséase que la afición a los toros de Arles no es de hoy, ni siquiera de ayer… Más bien de anteayer. Y los arlesianos y las arlesianas siguen disfrutando de los puyazos con el bicorne colocado en el centro del ruedo. Y con los toros que venden cara su vida. Pero no piden naturales de fantasía ni florituras. Exigen sólo valor, lidia y poder. Porque son buenos aficionados. Del pseudo aficionado maximalista que exige gollerías tenemos aquí la exclusiva.
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