sábado, 11 de febrero de 2012

LOS REFLEJOS DE PAULOV Y LOS TOROS

Por Benjamín Bentura Remacha
Zaragoza, 09/02/2012.-Iván Petrovich Paulov (1849-1936) fue un médico ruso premiado con el Nobel por su descubrimiento de una escuela psicológica que pretendía explicar la conducta de los hombres y animales, especialmente el perro, el reflejo condicional que en el ser humano puede referirse a la manera de ser, actuar o pensar y que por lo que respecta al animal sólo puede aplicarse al actuar como psicología de la conducta de los seres irracionales, no el alma, el espíritu, la mente o la moral de seres racionales, pueblos y naciones. Y el ejemplo más conocido es el de los perros de Paulov, a los que se les sometía a la prueba de su salivación mediante condicionamientos varios, la campanilla, la persona que vestida de bata blanca le traía la comida siempre a la misma o cualquier otro signo que al hambriento can le movía a tener conocimiento de que la comida estaba cerca y, entonces, aumentaba la segregación de saliva. El reflejo condicional de Paulov. ¿Qué le pasa al toro cuando le cercenan un trozo de pitón? Que durante un tiempo no llega a alcanzar su objetivo porque está condicionado su logro a una determinada distancia. Sucedía que, cuando transcurría un tiempo entre el llamado afeitado y la lidia de ese toro manipulado, había que volver a cercenar sus pitones porque ya había ajustado su reflejo condicional a la nueva distancia. Hay ejemplos famosos y funestos. No sé si totalmente ciertos.

Pasé de los tiempos de la acción directa a los del razonamiento y llegué a la madura reflexión. Por eso he consultado con mi oráculo preferido la cuestión de las fundas de los toros impuestas para la casi generalidad de nuestras ganaderías. Solo, que yo sepa, tres de las famosas no acceden al enfundado de los pitones de los toros. En principio yo me preocupé del asunto un poco a la ligera por la belleza que pierde en el campo el toro enfundado y por el hijo de Pepe Arjona, Agustín, maravilloso retratista de bravo que ve como desmerecen sus bucólicas estampas como ocurriría si las modelos de los desfiles (¿para qué sirven?) salieran a las pasarelas cruzando las piernas como caballitos bien domados, pero con los rulos puestos. La estética, lo primero. Luego el efecto del reflejo condicional: si el toro está acostumbrado a una distancia superior por la funda y esa especie de tuerca que se asoma por lo que debería ser la punta del pitón ¿qué ocurre si antes de lidiarse se le quita el añadido? Teóricamente, no alcanzará su objetivo.

Los argumentos ganaderos apuntan a que con las fundas se salvan del anatema muchos toros que se dañán en algún obstáculo, que pulen en la arena su cuernos o que luchan, hieren o se matan entre ellos. Algunos criadores no se fían ni de la posibilidad reglamentaria de limpiar los pitones astillados con presencia y conocimiento de las autoridades. La funda es más segura y el descubrimiento de Gallardo con sus toros de Fuente Ymbro lo han seguido con entusiasmo ganaderos como Álvaro del Cuvillo, sobre todo con lo de procedencia Osborne, Garcigrande, Juan Pedro Domecq y hasta Victorino Martín. Están en contra de esta innovación inspirada en las fundas de los toros portugueses Eduardo Miura, que dice que el efecto es psicológicamente similar al del afeitado, Dolores Aguirre y Fernando Cuadri, que apuntan a la desmoralización del toro cuando no alcanza el objetivo pretendido. Unos y otros puede que tengan razón y no creo que la investigación pertinente se lleve a efecto porque estamos en tiempos de otro tipo de tribulaciones y nadie se va a parar en el detalle de averiguar los efectos que este fenómeno pueden producir en la conducta de los toros. Más sencillo será averiguar si, como aseguran algunos, el vendaje de los cuernos modifica el crecimiento, forma y consistencias de las astas, cosa que si fuera negativa para la buena presencia de los cornúpetos haría dudar de su eficacia a los propios ganaderos. Reflexiono y me arrepiento: ¿quién puede estar interesado en mermar los reflejos de los toros? Nadie que sea buen aficionado y amante de la fiesta española. Y los ganaderos de reses bravas son aficionados y amantes de la fiesta y habrán puesto en la balanza los pros y las contras de las fundas corneas y habrán ganado las ventajas a los inconvenientes.

Creo que en España no se ha discutido este tema y que los más profundos estudios han llegado desde la vecina Francia, cosa casi natural porque en los últimos tiempos muchas de las buenas ideas que surgen en los toros nos vienen del otro lado de los Pirineos. Cuidan más de nuestra supervivencia que nosotros mismos.

Una noticia sorprendente: reaparecen Ruiz Miguel, Víctor Méndez, Vicente Ruiz “El Soro”, Rafael Camino y alguno más que no recuerdo en este momento. Van a engrosar el escalafón de matadores de toros más hipertrofiado de todos los tiempos frente a una temporada en la que los festejos van a disminuir palpablemente porque las entidades locales, provinciales, autonómicas o nacionales han tenido que reducir sus presupuestos y recortar de capítulos primordiales y, antes, los que servían para subvencionar los festejos feriales en general y los taurinos en particular. Tiene razón José Luis Lozano cuando afirma que peor estábamos en el 39 del siglo pasado, cuando no había ni comida para todos, pero entonces pocos tenían coche y nadie televisión. “Cine o sardina” que titulaba Guillermo Cabrera Infante, o colchón o toros, la disyuntiva del aficionado tieso de los años 40. ¿Está don José? No, está pensando. Don José se apellidaba Ortega y Gasset. A mi nieto, cuando le castiga su padre, le manda a meditar. Y yo me voy con él. Reflexiono.

ANÉCDOTA ACLARATORIA – Un diestro ya retirado se fue un día hasta “Los Corales”, en Sevilla, a charlar con Juan Belmonte y le confesó con entusiasmo que volvía a los ruedos. Don Juan, con su leve tartamudeo, escueto y demoledor, le hizo la siguiente pregunta: ¿Te han “llamao”?

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