lunes, 6 de febrero de 2012

ANIVERSARIO MÉXICO: MANOLETE INAUGURA LA PLAZA DE MÉXICO




66 ANIVERSARIO
INAUGURACIÓN DE LA MÉXICO POR MANOLETE

José María Sánchez Martínez-Rivero

En El Escorial (Madrid) Febrero de 2012 
Se cumplen en este 2012 los 66 años desde que Manuel Rodríguez, Manolete, inaugurara la plaza de toros Monumental de México. El acontecimiento fue muy importante para los mexicanos y esperado con gran interés. El día 5 de febrero de 1946, se inauguraba la nueva plaza de toros, que sustituía a la antigua de El Toreo. Este nueva plaza llamada Monumental, es la mayor del mundo y se conoce como el “Coso de Insurgentes”, tiene un aforo de 45000 localidades con asiento y forma de embudo vista desde el aire. 

El ruedo mide 43 metros de diámetro con un callejón muy cómodo de dos metros de ancho. 

Está situada en la colonia Nochebuena de la capital en la región centro-sur de la ciudad, inmersa en la Ciudad de los Deportes. 

Bendijo la plaza el Arzobispo de México, Dr. don Luís María Martínez que fue quien dio la primera vuelta al ruedo. A este respecto se cuenta la anécdota siguiente: el Arzobispo dirigiéndose a Manolete le dijo: ”Por esta vez le he ganado la partida. Habrá observado que he dado yo la vuelta al ruedo en esta plaza antes que usted”. Y tenía razón, la dio, pero en el coche del Arzobispado. 

Está considerada, junto con la madrileña Plaza de las Ventas y la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, una de las tres plazas de toros de más importancia en el mundo del toreo. 

El cartel inaugural lo integraron los matadores Luis Castro, “El Soldado”, Manuel Rodríguez, “Manolete” y Luís Procuna, “El Berrendito de San Juan”. Toros de San Mateo. 

El primer ejemplar que salió al ruedo, se llamaba “Jardinero”, número 33, cárdeno oscuro y caribello, de la ganadería de don Antonio Llaguno. Abrió la puerta de toriles José Medina. 

Las corridas de toros en la Monumental de México dan comienzo a la hora señalada. Esta corrida estaba programada para las cuatro en punto de la tarde. En aquella ocasión y, dado lo importante del acontecimiento, dio comienzo con veinte minutos de retraso porque los aficionados no encontraban su localidad o les era difícil llegar a ella. 

El paseíllo fue encabezado por cuatro alguacilillos y el ruedo presentaba un espléndido aspecto al estar engalanado con diversos motivos florales. Los matadores fueron recibidos con una atronadora ovación. 

Siguiendo con la estadística es preciso señalar que el primer capotazo lo dio “Chato” Guzmán. El picador José Noriega “El Cubano”, dio el primer puyazo, quien sufrió, también, el primer tumbo. “Chato” Guzmán tuvo el honor de poner el par de banderillas inaugural. 

“El Soldado”, lidió los toros “Jardinero”, número 33, cárdeno y “Gallito”, número 14, negro. 

Manolete estoqueó a “Fresnillo”, número 3, negro y a “Monterillo”, número 13, negro. El toro titular –segundo de su lote- que le correspondía a Manolete, de nombre “Peregrino”, número 6, negro, fue devuelto a los corrales. 

Luís Procuna despachó a “Gavioto”, número 55, negro y a “Limonero”, número 82, de capa también negra. 

El diestro de Córdoba, que vestía de tabaco y oro, uno de sus colores preferidos, recibió a su primer toro por verónicas con la planta quieta y lanceando muy templado. La faena de muleta puede calificarse de heroica. No era un toro claro. Manolete tuvo que arrimarse mucho para provocar la embestida. Consiguió dominar a su enemigo y entusiasmar al público por el valor derrochado. De pinchazo y estocada despachó al de San Mateo. El público pidió con fuerza la oreja que le fue concedida. Esta fue la primera que se concedió en la nueva plaza. El “Monstruo” dio una vuelta al ruedo apoteósica. 

Pero la gran faena la realizó al quinto toro. “Inenarrable e inolvidable”, fue uno de los titulares. El periódico “Dígame” publicaba: 

“Era uno de esos toros a los que se les torea con la muleta a base de telonazos por la cara y con gran lujo de precauciones. Manolete necesitaba ese toro en Méjico. Había de deshacer la leyenda de que solo sabía torear toros pequeños y fáciles. Ninguna de esas condiciones reunía el que tenía delante. Cinco estatuarios ayudados por alto, sin enmendarse, fueron la iniciación de la faena, y otras tantas ovaciones sonaron. Después se pasó la muleta a la mano izquierda y ligó una serie de naturales inconcebibles de ejecutar con aquél toro. Pero hubo más: con la franela en la derecha enardeció al público con sus derechazos, redondos, manoletinas, etcétera, hasta emborracharse toreando y emborrachar al público que lo presenciaba. Cuadró el toro y el cordobés no agarró la estocada presentida porque el bicho se encogió al sentirse herido y tuvo que repetir la suerte. Esta desgracia le impidió cortar la segunda oreja de la tarde. Pero la afición, en pie, aplaudía estruendosamente al matador, mientras que durante el arrastre silbó al toro. Con la faena realizada a este toro, grande, cornalón, difícil y bronco, Manuel Rodríguez (Manolete) ha acabado con la fama de que solo era grande con toros pequeños.” 

Dio dos vueltas al ruedo entre aclamaciones. 

Luís Castro, “El Soldado”, estuvo discreto y el público dividió sus opiniones. 

Luís Procuna lidió el mejor lote, pero no los aprovechó por completo. Mucha voluntad con destellos de genialidad e inspiración. 

Destacó la faena a su primer toro, algo desigual en su planteamiento, pero al matar de una gran estocada el público pidió la oreja de su enemigo que le fue concedida. En el que cerró plaza expuso mucho, ante un toro muy bravo, matando de media estocada en todo lo alto. 

Manuel Rodríguez, “Manolete”, era en México una figura del toreo admirada y querida. Actuó en 38 tardes. Aún hoy se le recuerda con cariño. 

Don Neto opinaba así de Manolete: 

“Torero de sentimiento porque el torero fuera de la plaza era muy sentimental Manolete. Torero de pundonor. Un torero que en su rostro reflejaba, precisamente, el sentimiento, el sufrimiento del torero. Y ese sufrimiento y esa ansiedad la demostraba en su toreo. Ése era Manuel Rodríguez, Manolete. Fuera un gran hombre, muy sentimental, dentro del ruedo, un gran torero, un torero muy sentimental. Ése era Manuel Rodríguez, Manolete”. 

Las figuras mexicanas del torero que alternaron con él opinaron así del diestro de Córdoba: 

“Tenía una muñeca sorprendente para manejar los toros”. 

“Era extraordinario; todo un maestro dentro y fuera de la plaza”. 

“Inolvidable para cuantos tuvimos la fortuna de tratarle”. 

“Era un maestro fuera de serie, excepcional, formidable”. 

Por otra parte el diestro de Córdoba era un enamorado de México y de su afición. Así se expresó en una entrevista concedida en su tierra natal, Córdoba: 

“A los mejicanos no los conocemos aquí: son muy buena gente, muy sentimentales, muy apasionados y muy entendidos en toros; por eso da gusto torear en Méjico”. 

Fue amigo de muchas de las figuras del toreo mexicano, Armillita, Silverio Pérez, Jesús Solórzano y Liceaga entre otros. 

Pero la máxima rivalidad y gran amistad la mantuvo con Carlos Arruza, figura del toreo mexicano, con el que alternó en 60 tardes. En 1948 y, para el libro “Manolete”, de Francisco Narbona, Ediciones Espejo, se expresó así Arruza hablando del cordobés: 

“Desde 1944, cuando en Lisboa le vi por primera vez, comprendí que Manolete era, sin duda alguna, uno de los mejores toreros de España. Yo había visto torear a varios en Portugal, pero Manolete me impresionó intensamente. Recuerdo que solo cambiamos unas frases –apenas un saludo- antes de hacer el paseíllo. Aunque se hablaba del próximo arreglo del pleito taurino entre España y México, yo no tenía todavía grandes esperanzas... Sin embargo, al ver a Manolete, creció en mí el deseo de poder alternar con él en los ruedos de España. Pocas semanas después comenzaba yo mi primera campaña española. Recuerdo que alterné con el cordobés, por primera vez, en Cieza (26 de agosto de 1944 N.A.) 

Cuando terminó, en octubre la temporada, mi nombre se manejaba como rival de Manolete. Confieso que al comenzar el año siguiente andaba yo muy preocupado. Manolete era el primer torero de España y el intentar acercarse a él era, a mi juicio, una temeridad. A los públicos, en cambio, les parecía magnífico hallar un nombre que pudiera molestar a Manolete cuando no le salieran bien las cosas. Esto me dolía mucho... 

En la feria sevillana de abril de 1945 fue donde nuestra rivalidad alcanzó, a mi juicio, su más alta cumbre. No estaba yo aún en la intimidad del torero, pero pude comprobar que si en el ruedo era un enemigo terrible, nunca dejaba de ser cordial –sinceramente cordial- con sus compañeros. Fue naciendo entonces, en mí, una admiración, que si en el terreno profesional jamás dediqué a nadie, halló en un afecto entrañable su expresión más natural y afectiva. En Valencia, poco después de la feria sevillana, coincidimos en una típica paella. Allí sellamos nuestro pacto de amistad, que no rompió ni su muerte, porque para mí el recuerdo de Manolete no se extinguirá nunca... 

Si como torero, Manolete alcanzó la más alta estimación de los tiempos modernos –por su arte excepcional y su estilo sobrio y auténtico-, yo creo que su condición de caballero y amigo de verdad sobrepasaba en él su calidad profesional con ser tan singular... 

No quisiera desaprovechar a ocasión para señalar cuanto cariño mostró a México el infortunado torero en cuantas oportunidades tuvo... 

Manolete, siguiendo el ejemplo de todos los grandes maestros españoles, estuvo siempre de nuestro lado, con una cordialidad que no le agradeceremos bastante... 

El “Monstruo de Córdoba” estimaba que para un torero español triunfar en México era de vital importancia para su fama... 

Yo estaba en Francia cuando un toro mató a Manolete en Linares... Creo que pocas veces había sentido yo un pesar tan profundo. Lloré. No me avergüenza decirlo, porque Manolete merecía las lágrimas... 

Cuando días después estuve en Córdoba se avivó el dolor... Yo dejé sobre su tumba las mejores flores que encontré y las más fervorosas oraciones que han salido de mis labios. ¡Que la Virgen de Guadalupe – a la que Manolete profesó también gran devoción- le haya guiado hasta el Señor! 

Él fue la máxima figura de nuestro tiempo. Fue el mejor torero de España. Y sobre todo eso, un amigo cabal y entrañable. Un caballero sin tacha ni doblez. Lo que se dice todo un hombre”. 

Carlos Arruza figura del toreo lo dejó escrito. Estas palabras engrandecen su memoria. 
 

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