Y ¿por qué no dicen nada? Pues porque muchos temen que el pastel se descubra totalmente con pelos y señales, lo que produciría un escándalo monumental del que no solo saldrían escaldados los cinco toreros amotinados, sino un montón de periodistas, aparte el descrédito de los atrevidos “invasores” aztecas.
El complot mexicano contra La Maestranza se envuelve en un sospechoso silencio
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José Antonio del Moral
Una vez descubierta la turbia maniobra contra los empresarios de la plaza de Sevilla a manos de las cinco figuras que firmaron la carta a la Maestranza, misiva posiblemente ideada como paso previo al pretendido desembarco de los gestores mexicanos y adláteres de la prensa contaminada, fuentes fidedignas afirman que no quedó ahí la cosa sino que ya se había extendió a otros ruedos españoles, incluida nada menos que la plaza de Las Ventas en Madrid. O sea, que los manitos y quizás también las figuras cómplices van o iban a por todas.
Lo más extraño de este mafioso suceso taurino es que todo el mundillo lo está comentando en privado y nadie se atreve a hacerlo en público. Acabo de pasar tres días en Sevilla y a cada paso que daba por las calles cercanas a la plaza de toros, cuantos taurinos y aficionados me encontré me hablaron de lo mismo. Choca por tanto la silente actitud de los implicados y de los más directamente afectados. Pero aún choca más el prácticamente nulo eco que está teniendo en la prensa. Y no me refiero a la prensa directamente implicada en el asalto al poder taurino empresarial que ya se ha hecho notar con una pertinaz campaña contra la empresa Pagés, sino al resto de los medios, salvo que uno sepa por parte de El Correo de Andalucía y por el portal Avance Taurino que ha reproducido mi último artículo sobre el tema calificado de “rumor”. Rumor que debe ser cierto como lo demuestra el silencio absoluto que lo envuelve en una sospechosa tiniebla.
Y ¿por qué no dicen nada? Pues porque muchos temen que el pastel se descubra totalmente con pelos y señales, lo que produciría un escándalo monumental del que no solo saldrían escaldados los cinco toreros amotinados, sino un montón de periodistas, aparte el descrédito de los atrevidos “invasores” aztecas. Se les debería caer la cara de vergüenza. Y más a los cobardes que no se atreven a escribir sobre este delictivo contubernio contra la plaza de toros más emblemática y prestigiosa del mundo. Parece mentira que cuantos tanto presumen de sevillanismo estén más callados que un muerto. ¡Vaya petardo que estáis pegando¡
A propósito de lo que el complot podría afectar a la temporada de los cinco toreros firmantes del pretendido asalto, nadie se explica que hayan participado tres de los firmantes: José María Manzanares, Miguel Ángel Perera y Alejandro Talavante. Los tres podrían pagar muy caras consecuencias si, finalmente, deciden negarse a actuar en la próxima feria de Sevilla. Ciclo que, como cada año, empezará a organizarse una vez concluidas las fiestas de Navidad, Año Nuevo y Reyes.
Pero lo que no se explica absolutamente nadie, es que Manzanares esté participando en el complot por lo mucho que le adora la afición sevillana, rendida a sus pies durante varios años, y por el dineral que dejaría de ganar si no toreara en Sevilla. Y no solo por eso, sino por la educación que ha recibido el alicantino no solo como torero de ilustre alcurnia dinástica, también a nivel personal. Y ¿qué me dicen de El Juli en el momento culminante de su vida profesional con todo logrado y todo ganado? ¿Qué más quiere don Julián?
Todo este lío, montado para que unos sujetos mexicanos adinerados se hagan los amos de varias plazas españolas, solo se le ha podido ocurrir a alguien que suele actuar taurinamente con enojosa turbiedad desde una posición taurina ciertamente desgraciada en su ya cerrada etapa profesional y actualmente notoriamente equivocada tras ser nombrado delegado por sus fejes mexicanos, últimamente poderdantes de Morante de la Puebla, indiscutible gran artista aunque no tan indiscutible en cuanto a su proceder personal. Cosas de Morante, se suele decir cuando se le va a olla al de La Puebla. Pero una cosa es que se le vaya a él solito y otra formar el follón que acaba de liderar sin valorar sus consecuencias, para colmo en un momento tan crítico. Y es que muchas figuras del toreo, sobre todo los que se tienen por geniales, creen que todo les es debido, incluso sus extravagancias fuera de los ruedos. Morante es uno de estos. Son tantos los que de adoran haga lo que haga en el ruedo y en la vida diaria - su habitualmente ridícula indumentaria civil y su abundante pelambrera lo atestiguan - que ha llegado a creer que es genial en todo. Y ¡alto ahí¡ De eso, nada. Claro que este penúltimo dislate morantista quizá esté siendo perdonado por sus adoradores de la prensa, sobre todo la sevillana, incapaces de decir ni mu al objeto de su incondicional pasión. Ya pasó con Curro Romero que se encuentra mitificado en la historia en detrimento de no pocos grandiosos toreros de su tiempo, práctica e injustamente olvidados y, desde luego, infinitamente mejores que él.
Y ¿qué podría pasar? Pues que se dé la feria de Sevilla sin los firmantes, que la mayoría de los que actúen cobrarán lo que suelen, que se podría bajar el precio del abono y de las entradas sueltas y que, aunque solamente hubiera media plaza en cada corrida, la empresa y la Maestranza ganarían lo mismo que últimamente al no tener que pagar las cifras astronómicas de los grandes. Ya se sabe que en la corrida del pasado Domingo de Resurrección con tres de los firmantes más caros en el cartel, se perdió bastante dinero. O sea…
Qué buena oportunidad tiene alguno de los grandes no adheridos, para decir aquí estoy yo y dar una lección a sus ilustres colegas. Y no solo como torero, también como señor…
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