CLEMENTE PELÁEZ CORTA LA COLETA A "MANCHAQUITO".
Por Ángel Berlanga. El día de la alternativa de Juan Belmonte estoqueó Rafael González “Machaquito” el último toro de su vida. Si bien no estaba previsto en un principio, lo cierto es que “Lunarejo”, número 13, de pelo castaño y de la ganadería de doña Prudencia Bañuelos, estaba llamado a ser el animal con el que el tercer Califa de la historia del toreo dijera adiós a los ruedos. La res, fogueada en el segundo tercio por su manifiesta mansedumbre, no permitió el lucimiento del diestro cordobés, que vistió en aquella postrera ocasión un terno verde y oro. Machaquito, que ejerció de director de lidia en aquel caótico festejo, pasaportó sin pena ni gloria el último lote de su trayectoria como matador de alternativa.
Unos días más tarde de aquel 16 de octubre de 1913, concretamente el inmediato día 21 -este lunes se cumplen 100 años exactos-, tan sólo un par de jornadas después de que su rival y competidor Ricardo Torres “Bombita” se despidiera en Madrid de la profesión -él sí mediante anuncios de por medio-, Machaco tomó la decisión de cortarse la coleta. Se hallaba el torero en el Palace Hotel de la capital madrileña en compañía de su esposa, Ángeles Clementson, sus dos niñas y su íntimo amigo el ganadero Clemente Peláez, que a la postre fue quien en la habitación 184 le desprendió en íntima pero solemne ceremonia del más caro de los atributos toreros de aquel tiempo.
“Ayer, poco después de las dos de la tarde, acabó la historia taurina de Machaquito. La gran pareja del toreo contemporáneo se va al mismo tiempo. Bombita y Machaco han llenado una época, y se complementaron por ser dos temperamentos opuestos. El uno se marcha después de ruidosa apoteosis, el otro en silencio, después de una de sus más brillantes temporadas. Los dos han sido grandes y de condiciones opuestas hasta en la forma de dar el último adiós”. Así recoge ABC la noticia de la retirada de Machaquito.
La crónica proseguía: “Al mediodía almorzó Rafael con D. Clemente Peláez, su esposa, doña Ángeles Clemenston, y sus dos niñas. Cuando llegó la hora del café, comenzó a hablar Machaco de su viaje para torear en Lima, y hubo de decirle el señor Peláez: ¿Pero vas a hacer otra excursión a América? Rafael dirigió una mirada a su esposa, otra al amigo, y acabó por decirles: ¿Queréis que me corte ahora mismo la coleta? Nuevo cambio de miradas, y los dos interrogados contestaron con un sí y un ¡ojalá! que no dejaban lugar a dudas. El torero -continúa- dudó un instante, se pasó la mano por la frente y un estremecimiento nervioso, después de apurar el sorbo de café, le hizo decir: ¡Vamos arriba! Subieron la escalera y al llegar al cuarto 184 del Palace Hotel cerró Machaco por dentro y dijo a su amigo Peláez que cortara bien. Así acabó la historia de Machaco, tan rápidamente como la vida de algunos toros a los que mató. A estas horas se habrán hecho miles de reconstrucciones del corte de coleta, que no vio nadie más que las ya dichas personas”. Aplausos |
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