PACO MORA |
Tarde de grandeza y tragedia en Vista Alegre. Tremendamente emocionante para quienes sentimos el toreo en las entrañas. Ha habido toros y torerazos...
Tarde de grandeza y tragedia en Vista Alegre. Tremendamente emocionante para quienes sentimos el toreo en las entrañas. Ha habido toros y torerazos. Enrique Ponce, Perera y Jiménez Fortes, juzgándolos por su actitud de esta tarde en Bilbao, no creo que tengan nada que envidiarle a Lagartijo, Frascuelo, Guerrita, Joselito, Belmonte y demás toreros de leyenda de la historia del toreo. El encierro de Alcurrucén ha sido bravo, encastado y difícil en ocasiones, toros ante los que no se podía bajar la guardia ni un instante. El tercero se ha llevado por delante a Fortes en un descuido. Cornalón con runrún de tragedia, gestos de pesar en los rostros de los toreros y escalofrío en los tendidos. Los ángeles de la guarda de bata blanca han hecho bien su trabajo y la cosa no ha pasado a mayores, pero el hálito trágico se ha prolongado hasta el final de la corrida.
Ponce, Enrique I “El Grande” a partir de esta Feria de Bilbao, se ha hecho con la situación y olvidándose de los olivos de Jaén, de las dos hijas que le esperan y de todo lo que tiene tan honrada y seriamente ganado se ha entregado en una conjunción de orgullo profesional, sabiduría, valor y maestría que ha subyugado a los miles de espectadores que han presenciado su imposible faena al cuarto de la tarde. En Ponce se ha dado esta tarde una rara fusión de todas las virtudes que hacen a un torero entrar en la historia de la tauromaquia por derecho propio, elevando el toreo a la quinta esencia del arte.
¡Basta ya de definir a Ponce como torero de supremas calidades y de inteligencia superior! Porque lo del de Chiva esta tarde ha sido mucho más. Ha sido la sublimación del arte del toreo, al dar una dimensión de artista soberano, expresándose con todas las vísceras de su cuerpo al servicio de un sentimiento torero, que producía congoja en el ejecutante y estremecimiento en quienes hemos presenciado su obra. Se ha vaciado desde las uñas de los pies hasta las raíces del cabello. Lo suyo ha sido una explosión de valor, sabiduría y entrega que ha honrado su profesión jugándoselo todo a una carta. La carta de la verdad del toreo sin arrumacos, sin hombradas ni gestos fuera de lugar. Ponce ha sido un monumento a la naturalidad hecha carne y sangre torera. La culminación de 24 temporadas mandando en el toreo. Y conste que no he dicho en las taquillas ni en los entresijos de la Fiesta: mandando en el toreo eterno y verdadero.
Perera, con su concepción heroica ha colaborado grandemente para afianzar el toreo como el mejor espectáculo del mundo. Y para que no faltara nada, Jiménez Fortes ha regado con su sangre el altar mayor de la tauromaquia en que tres hombres que honran el vestido de luces han convertido la arena de Vista Alegre.
Aplausos.
Ponce, Enrique I “El Grande” a partir de esta Feria de Bilbao, se ha hecho con la situación y olvidándose de los olivos de Jaén, de las dos hijas que le esperan y de todo lo que tiene tan honrada y seriamente ganado se ha entregado en una conjunción de orgullo profesional, sabiduría, valor y maestría que ha subyugado a los miles de espectadores que han presenciado su imposible faena al cuarto de la tarde. En Ponce se ha dado esta tarde una rara fusión de todas las virtudes que hacen a un torero entrar en la historia de la tauromaquia por derecho propio, elevando el toreo a la quinta esencia del arte.
¡Basta ya de definir a Ponce como torero de supremas calidades y de inteligencia superior! Porque lo del de Chiva esta tarde ha sido mucho más. Ha sido la sublimación del arte del toreo, al dar una dimensión de artista soberano, expresándose con todas las vísceras de su cuerpo al servicio de un sentimiento torero, que producía congoja en el ejecutante y estremecimiento en quienes hemos presenciado su obra. Se ha vaciado desde las uñas de los pies hasta las raíces del cabello. Lo suyo ha sido una explosión de valor, sabiduría y entrega que ha honrado su profesión jugándoselo todo a una carta. La carta de la verdad del toreo sin arrumacos, sin hombradas ni gestos fuera de lugar. Ponce ha sido un monumento a la naturalidad hecha carne y sangre torera. La culminación de 24 temporadas mandando en el toreo. Y conste que no he dicho en las taquillas ni en los entresijos de la Fiesta: mandando en el toreo eterno y verdadero.
Perera, con su concepción heroica ha colaborado grandemente para afianzar el toreo como el mejor espectáculo del mundo. Y para que no faltara nada, Jiménez Fortes ha regado con su sangre el altar mayor de la tauromaquia en que tres hombres que honran el vestido de luces han convertido la arena de Vista Alegre.
Aplausos.
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