EL DILUVIO QUE VIENE…
Antolín Castro
España
S.I. Llovió esta tarde, llovió sobre Las Ventas, del mismo modo que llueve sobre mojado en la fiesta. De esta lluvia la gente intenta cubrirse con paraguas y chubasqueros, más tarde marchándose de la plaza, que es la forma más segura de escapar de la dichosa lluvia. Son los menos los que aguantan el tipo hasta el final.
De igual modo le pasa a la Fiesta, la gente intenta protegerse de la que está cayendo, y lo hace con lo que puede para evitar que la decadencia le moje, pero inevitablemente muchos terminan por marcharse. En el cartel de hoy aparecían ya dos de los toreros que están en la decena de ‘elegidos’, que aparecen en todas las ferias y eso no supuso que lograran llenar la plaza. Huecos que son testigos mudos de la que está cayendo. La bolsa lleva su ritmo y los toros el suyo. Aquella sube y baja mientras ésta solo baja.
No hay problema que yo escriba en esta dirección, podrán encontrar otros muchos satisfechos con lo visto en esta tarde, ellos sabrán las razones para verlo de distinta manera. Mi obligación es darles mi versión y no la suya, siempre podrán contagiarse con el triunfalismo de otros, que lo habrá.
De la tarde, además de la lluvia, queda en la memoria la presencia de un nuevo matador, López Simón, madrileño para más señas, que pisaba por primera vez esta arena y que no ha desaprovechado la ocasión de hacerse notar con su actuación. Tras de confirmarle la alternativa El Cid, y el brindis preceptivo, llamó al toro para recibirle por estatuarios en el tercio; acudió el toro sin hacer caso de la tela que le ofrecían, se fue descaradamente al cuerpo y lo atropelló como lo hubiera hecho un camión, arrollándolo. Se temía lo peor, pero resultó lo mejor.
Salió desmadejado, casi hubo que recogerlo a trozos, pero se puso en pie el tiempo justo para irse al centro del ruedo y ponerse entonces de rodillas. Volvió a llamar al toro y los tendidos rezaban a toda velocidad, la misma que desarrollaba el toro para llegar a su altura, y esta vez lo embarcó en la muleta, ligando una serie en redondo de hinojos, donde cada muletazo era mejor que el precedente. No eran artistas esos muletazos pero gozaban de la emoción y el mérito de quien no vino solo a darse una vuelta a Las Ventas.
Lo demás fue todo un dechado de voluntad, de entrega, de sustos, de ganas, de empeño cierto. Llegó la espada y la manejó fatal, pero la gente había tomado nota de su empeño y de su nombre y le ovacionó con cariño. Además, estaba vivo tras lo del ‘camión’ y eso ya era digno de aplaudir. En el último estuvo otra vez entregado, empeñándose en no dejar pasar la tarde en vano; ni el toro ni él encontraron la línea para llegar al arte de torear. Nuevamente se le aplaudieron sus ganas.
Digamos que los pupilos de Puerto de San Lorenzo los vimos mal presentados y luego mal de todo, alocados en su comportamiento, lo que permitió pasajes de emoción que no ofrecía su casta. Flojos como el segundo debió ser devuelto pero presidente, El Cid y su cuadrilla se unieron para escamotear un toro en plenitud a los aficionados. Seguramente, y en su defensa, lo hicieran por aquello del diluvio que viene… y que llegó, pero no preguntaron a nadie y se pusieron de acuerdo ellos solos. Boni banderilleó sin salir al centro, con unas prisas que después veríamos en su matador.
El Cid, él sabrá por qué, le gustó el toro que no quería nadie y que necesitó caerse ocho o diez veces para que desistiera. Lo mató a la primera porque no era de premio. En el otro que le correspondió y que tuvo embestidas repetidas, piso el acelerador y parecía tener muchas prisas -por aquello del diluvio que viene…- pues los naturales siendo largos resultaban eléctricos por demás. A este, cuando ya empezaba a llover, no le mató ¡faltaría más!
Daniel Luque completó el cartel y quiso estar, y estuvo, presente en todos los momentos que le fue posible. No era el día ni los toros para alcanzar grandes cotas, pero con él no hay problema pues es uno de los toreros a los que las oportunidades se le brindan por docenas, así que tendrá muchas más y podremos ir viendo su evolución.
El diluvio que viene… le anuncian para varios días. Pero ese es el meteorológico, el peor es del que no puedes defenderte con paraguas y que echa a la gente de las plazas.
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