PACO MORA |
Oí un día a Rafael Ortega que lo mejor con los miuras era olvidarse de la divisa para torearlos y no mirarles los pitones para matarlos. Eso tan fácil de decir, el de la Isla de San Fernando lo hizo muchas veces y con éxito. Esta tarde en Madrid ha saltado al ruedo uno de Zahariche -el segundo- que tenía esos veinte muletazos de escándalo que llevan dentro los toros de la divisa roja y negra tenidos por buenos. Pero hoy, los toreros han estado obsesionados con la divisa. Los de Miura son toros distintos y especiales, y hasta el mejor saca ciertos matices a los que hay que poner mucha atención. Y sobre todo, no alargarse innecesariamente con ellos porque aprenden a velocidad de vértigo. Eso se llama sentido y en tal aspecto no hay hierro que les gane. Por eso, pretender hacerle a un toro del encaste Cabrera una faena al uso del toreo actual, es una quimera cuando no una temeridad. Si no se tiene en cuenta esa diferencia la cosa puede comenzar con olés y acabar con bronca. Que es lo que le ha ocurrido a Castaño con el toro de referencia.
El tercero, primero de Serafín Marín, ha evidenciado una buena dosis de nobleza y el catalán ha estado con él firme y tratándolo como si fuera un zalduendo, pero el público no ha tomado en cuenta su labor, porque el animal se salía del tipo de embestida que esperaban quienes habían llenado la plaza para masticar la tragedia. Y es que también el público estaba esta tarde obsesionado con el hierro, y deseando ver en el ruedo la lucha a sangre y fuego entre toros y toreros. Aparte de esos dos toros, en la corrida ha habido de todo y hasta uno devuelto a los corrales por falta de fuerza y hasta del trapío necesario para Madrid. Rafaelillo, bien, gracias. La salud buena y Murcia en el mismo sitio.
Aplausos
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