miércoles, 30 de enero de 2013

MÉXICO: TRIUNFO DE TALAVANTE. ABRE LA PUERTA GRANDE.



TALAVANTE MUESTRA IMAGINACIÓN Y PROFUNDIDAD Y TRIUNFA. 
“EL ZAPATA” GRIS Y JOSÉ MAURICIO SIN TOROS, UN IRREGULAR ENCIERRO DE HAMDAN.

15ª corrida de la Temporada Grande en la Plaza “México”. Casi media entrada en numerado. Tarde asoleada. 

URIEL MORENO “EL ZAPATA”. Gris pizarra y oro. 1 oreja / Silencio. 
JOSÉ MAURICIO. Verde botella y oro. Silencio / Silencio / 1 oreja. 
ALEJANDRO TALAVANTE. Caña y oro. 2 orejas / Silencio. Salida en hombros por la Puerta Grande. 

Las orejas de los mexicanos fueron TOTALMENTE inmerecidas. 

7 TOROS DE JULIÁN HAMDAN. En general de buena lámina, pero solo dos salvaron la función, 1° y 3°. El 1° con calidad pero poca fuerza; el 2° descompuesto, brusco y sin fuerza; el 3° el mejor, con clase; el 4° sin transmisión, aplomado; el 5° de bonita lámina como la mayoría de sus hermanos y ilidiable, el 6° de feo estilo y el 7° -el del regalito- blandeaba, punteaba. Pesos: 485, 490, 508, 543, 502 512 Y 533 kilos.

JARDINERO DE SAN MATEO.  
Cuando un torero tiene pureza, profundidad e imaginación y se acopla con las reses mexicanas, el éxito es casi seguro. Alejandro Talavante viene de torear 53 corridas en España y Francia y ha tenido extraordinarios triunfos, aprovechando además que algunos compañeros suyos del G-10 no fueron acartelados en las grandes ferias de Valencia, Sevilla y Madrid. Combina el joven de Badajoz una gran profundidad en su toreo impregnado de un arte muy personal, que con la imaginación del momento resuelve casi siempre con destellos veces deslumbrantes. Alejandro no se parece a ninguno de sus colegas, aunque en sus inicios tomó lo mejor de José Tomás. En Sevilla plasmó una importante faena como también la logró otra en Bilbao, que aunque diferentes son entre sí, son las tres o cuatro plazas que dan y quitan en la península. Ahora, con la sensible baja temporal de Julián, Talavante tiene la oportunidad de hacerse de los afectos de los mexicanos, quienes se recrean con la variedad de sus suertes y la personalidad que impone. Sólo faltaba y esta vez lo resolvió, que matase como corresponde, de allí el corte de apéndices y la salida en hombros en una tarde en que literalmente abrumó a un Zapata, que no rebasa la mediocridad con la muleta y José Mauricio, que estuvo condenado a las peores reses del desigual encierro. Lástima que este triunfo llegó tarde, porque a él le debía corresponder estar en uno de los carteles de febrero, que a decir verdad peca el primero del día 3 de pobretón, dado que incluye a un Padilla que por su combate a la adversidad y a los toros lo merecía, “El Cejas”, al que se le hacen muchísimos favores y Fermín Rivera que es un torero de pies a cabeza con la seriedad y la magia que le da su herencia. La empresa endosa en el cartel del 5 a “Zotoluco” como primer espada, sin que existan más méritos que la estrecha relación que entre ellos existe, trae a Morante que puede volver a destapar el pomo de las esencias y justificadamente repite “El Payo” que dejó magnífico sabor de boca. Bien sabemos que están por partir a España tanto Arturo Saldívar como Juan Pablo Sánchez y que al parecer la empresa siente que con lo habido de Silveti es suficiente. No coincidimos. Ellos debieron estar en los carteles que han distinguido a la Plaza “México” por muchos años en su conmemoración. Y ya que de empresa hablamos, sin poderlo confirmar, se dice que hace ocho días la corrida fue parchada el sábado por la noche, hasta con el uso de la fuerza, por disposición de Julián y el juez se entero hasta el domingo. No esperábamos esto del maestro, de haber así ocurrido. 

Uriel Moreno “El Zapata” se enfrentó primero a “Cazador de Sueños”, un cárdeno obscuro, delantero de bonita presencia que muy pronto mostró muy poca fuerza y cierta calidad. Como a todos sus hermanos, se le hizo un simulacro de vara –suerte desaparecida en la Plaza “México”-. “El Zapata” que se muestra siempre fácil y dispuesto con banderillas, se fue al estribo y de allí partió para un par al violín que mereció aplausos, antes había instrumentado el “Monumental” desde el tercio. Quitó con un lance que dicen se llama el “Invisible” (sic). Inició por ayudados por alto y pasó a untárselo por la derecha, pero el toro no repetía y blandeaba y se enfrascó en una serie de trapazos, confundiendo la Monumental con la de su tierra. Acertó con algunos pases por la derecha, cierto, sin ligazón, pero despertó al cotarro. Tardó en la preparación de la suerte de matar y ejecutó bien una entera, pero defectuosa. El “Rápido del pañuelo “lo sacó y se le confirió una oreja ampliamente protestada. Con el 4°, “Honda Huella”, negro, bragado, astifino, dio algo parecido a largas cambiadas de rodillas y además faroles. Otro picotazo y el toro se fue quedando, él quitó con tres lances y se dijo que ello se llamará la “Zapatina”, -no se si por el pueblo o por los zapatos que bailan-. Volvió a intentar con banderillas y puso un buen par al violín, saliendo también desde el estribo. Al tomar la muleta no estaba claro qué era lo que quería hacer con una res tarda y de media embestida, pero ni la res dio más ni él le encontró la cuadratura sonando los primeros pitos, ahora no tuvo suerte con la muerte, primero pinchó y después dejó una entera que le generó pitos y aplausos de la concurrencia. Pero al fin se llevaba una oreja del torpe juez. 

José Mauricio, primero con “TX”, un negro nevado, listón, bragado y caribello, suavote, pero no tenía fuerza y pronto se fue descomponiendo y limitando su recorrido. Otro picotazo, un par de chicuelinas quieto, un excelente par de banderillas de Felipe González y pese a su voluntad, nada por ninguno de los dos lados. El toro rebrincaba y él lo despachó con dos pinchazos y una entera suficiente ante el silencio del público. Con el 5°, “Suena Bien”, cárdeno claro, bragado, calcetero y bien puesto, lo recibió con bellas verónicas y una media, pero la res mantenía la cabeza en alto y anunció soserías. En la misma usanza de los anteriores se le dio un refilonazo y él se vio mejor en una tercia de gaoneras en el quite. Intentó probándolo por alto pero pese a su voluntad no había nada que hacer, unos doblones con la rodilla en tierra y lo mató recibiendo, causando la muerte con una pescuecera horrible. Vino el del “regalito”, se llamaba “As de Corazones”. Buena parte de la gente partió y los que nos quedamos vimos a un cárdeno, meano, bien armado pero que pronto mostró las costumbres de sus otros hermanos, blandeaba y punteaba. A este sí se le castigó y hubo un quite por delantales. La res no descolgaba y perseverante logró algunos naturales y al fin un trincherazo y el del desdén aplaudidos. Mató de entera de inmediatos efectos y para empatar el marcador mexicano se le regaló una oreja que él creyó merecer, ingenuamente. 

Pero lo único que valió la pena en esta tarde fue lo hecho por Alejandro Talavante al toro “Hachiko”, negro, entrepelado, bragado, que mostró cualidades aunque cierta debilidad. Con su duende le instrumentó varias verónicas lentas y desmayadas que remató a una mano para sonora respuesta de la concurrencia. Él lo llevó al caballo -lo que es un decir, porque no existe esa suerte-. Con mano muy baja le dio chicuelinas y en la plaza se oyó el “olé”. Cayó al suelo la res causando lástima y Alejandro comenzó su faena como debía ser, con imaginación, instrumentando una hermosa arrucina y luego un cambio por la cara, humo salió de las palmas de las manos, también le dio dosantinas y entrado en gastos ofreció espléndidos derechazos que la clientela valoró. También intentó por el izquierdo, naturales de gran belleza, otra arrucina, su peculiar trincherazo y también bernadinas. Rugía la plaza. Se apuntó a matar en los medios y dejó una entera de efectos inmediatos para que ahora sí, con justicia, se le entregaran las dos orejas y diera la vuelta al ruedo al grito de “torero”. Con su segundo, “Orgulloso”, negro, zaino, vuelto y astifino se inventó unas verónicas de rodillas que hacía mucho tiempo que no veíamos con tal clase en la plaza. Cuidó de la res, que no tenía buen estilo, recibió breve castigo y en el quite sólo dio una media verónica. Ya con la muleta privilegiada, le vimos trincherazos, naturales, que eran más el resultado de su esfuerzo que la conjunción con la res. Mató de un pinchazo y descabello y en los tendidos algunos pitaron. 

Talavante deja muy en alto su cartel, “El Zapata” prosigue en su misma línea, que decae después de los palitroques con pases atropellados y sin ligazón y José Mauricio se queda inédito, no por falta de voluntad, sino por falta de reses bravas, las que esporádicamente aparecen en la plaza “México”.  


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