El fin de semana me lo llevé encerrado en casa, evitando de esta forma regresar empapado o salir volando por culpa del fuerte viento que con muy mala sombra nos ha venido acompañando días atrás. Recluido, dvd en mano, la tarde del sábado me la llevé reviviendo el triunfo de un torero al que pienso que aún la Fiesta le sigue debiendo un sitio mejor. Hablo de Juan Mora y su histórica salida a hombros en Las Ventas en octubre del 2010. Aquella faena que brindó a “Barquerito”,crítico taurino leonés a quien yo admiro y con quien compartí tendido en la Feria de San Lucas hace unos años. En el brindis Juan Mora le confesaba su respeto, agradecimiento e igualmente admiración.
Amigos míos subieron a Madrid a ver a nuestro paisano Curro Díaz y se encontraron aquella tarde con una faena inolvidable de quien tras “Frascuelo” es el matador más veterano del escalafón. Resurrección en Madrid cuando la temporada iba tocando a su fin y su nombre, hasta entonces olvidado, desaparecido de los carteles, cobraba actualidad al día siguiente en las páginas de toros y de nuevo estaba en boca de aficionados.
Decía Rafael de Paula que el video no transmite la inmensidad de lo que se siente cuando se ve torear en la plaza. Es cierto, no lo niego, pero si les recomiendo que tengan a bien bucear por internet y dedicar unos minutos a recrearse en lo que fue una lección de torería en la catedral del toreo que es Las Ventas de Madrid. Una forma muy personal de lancear a la verónica a pies juntos, llevar el toro al caballo a una mano de una manera que rara vez se puede ver en las plazas hoy día y en apenas veinte o veinticinco muletazos componer la sinfonía del mejor toreo al natural, y al finalizar el de pecho mientras el público continúa ovacionando lo sublime, ponerle firma a una obra que quedó para el recuerdo llevando consigo desde el primer muletazo el estoque de verdad. El único que aún mantiene esa norma y no se deja llevar por la comodidad del estoque simulado. “Ayuda”, que se dice.
Aquella tarde, aquella faena y aquel toro de Torrealta lo rescataron del olvido en el que progresivamente había ido cayendo. Años antes un toro de Barral casi le quita la vida aquí en Jaén en una corrida que nunca debió darse. Llovía a mares, la corrida se retrasó hora y pico, siendo televisada en directo por TVE. Al rematar un pase de pecho a la altura del tendido 8, en un derrote seco del toro, fue cogido en el muslo derecho y no paró de sangrar hasta llegar a la enfermería. A mí,que por entonces daba mis primeros pasos escribiendo de toros en prensa, no se me olvidará nunca, y seguro que cuantos la presenciaron tampoco porque aquello pudo ser una tragedia. El inolvidable Doctor Felipe Passolas tuvo una intervención crucial ante aquel percance.
Su vida corrió serio peligro durante días. Concluido aquel San Lucas él seguía hospitalizado en Jaén y mi amigo Miguel Valero, con respeto, acudió a visitarle y animarle, regalándole una imagen del Cristo del Perdón para que le acompañase y lo protegiera.
He tenido la oportunidad de tratarlo personalmente en dos ocasiones y en ambas me confesó que aquel percance le hizo ver la vida de otra manera y darse cuenta que en el toreo se frivoliza mucha veces al no dar importancia al cartel y las circunstancias en que uno está anunciado.
Después del 19 de octubre de 2001 ha hecho el paseíllo en Jaén dos veces más. De luces por San Lucas y de corto en el Festival del Cáncer. Extremeño, de Plasencia, durante mucho tiempo ha sido la referencia del toreo en aquella región que tanto me gusta, mucho antes de la edad de oro que Extremadura taurinamente vive. Y hoy por hoy es todo un referente para nuevas generaciones por su clase, su pureza y su torería dentro y fuera de los ruedos.
Publicado hoy en la columna “Navalcardo” del Diario Viva Jaén
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