domingo, 18 de noviembre de 2012

QUITO TAMBIÉN ES NUESTRO PROBLEMA.



Con el grave problema de Quito no viene más que a confirmar que nos encontramos en una coyuntura extremadamente preocupante, frente a la que urge que se produzca una respuesta mucho más ambiciosa que la que hasta ahora se ha dado. El contagio catalán surte efectos nocivos crecientes, mientras en nuestra patria andamos enredados en los derechos de imagen y demás bagatelas.

Quito también es nuestro problema

Taurología.-
Estaríamos errando el análisis si creyéramos que la suspensión de la feria de Quito es problema de Ecuador. Es un problema, y grave, que afecta a todos, incluso a quienes lo quieran ver en la lejanía. 

Por eso el drama taurino de Quito también es de todos y cada uno de nosotros, los que compartimos esa pasión inigualable por el arte del toreo. No es le primer aviso de lo que se nos avecina: antes fue Barcelona, luego la equívoca sentencia del Constitucional de Colombia y el "bogotazo" del alcalde Petro, después las corridas incruentas quiteñas –que se han comprobado que eran un peligro cierto--, y ahora Iñaquito que baja la persiana. ¿Cuántos más serán necesarios para que se produzca una serena, firme sostenida reacción frente a tantos atropellos?

“Pocos datos más son ya necesarios para confirmar que nos encontramos ante una marea creciente contra la Fiesta de los toros. Con independencia del lugar del mundo en el que se produzca, las argumentaciones son las mismas y, aunque son pobres y escasamente fundamentadas, están teniendo una acogida favorable entre determinados Gobierno”, se escribía en nuestra sección editorial en diciembre de 2010.

Se había consumado para entonces el toricidio catalán, estaba ya dictada la equívoca sentencia de la Corte Constitucional de Colombia y el Presidente de Ecuador acababa de convocar el referéndum sobre la fiesta en su país, que perdió en todas las demarcaciones, salvo en la capital. Más tarde la alcaldada de Bogotá. Ahora la empresa de Quito se ve obligada a suspender la Feria de Jesús del Gran Poder, uno de los ciclos históricos en la Fiesta.

Por si hiciera falta alguna más, con el grave problema de Quito no viene más que a confirmar que nos encontramos en una coyuntura extremadamente preocupante, frente a la que urge que se produzca una respuesta mucho más ambiciosa que la que hasta ahora se ha dado. El contagio catalán surte efectos nocivos crecientes, mientras en nuestra patria andamos enredados en los derechos de imagen y demás bagatelas.

En alguna ocasión nos hemos referido a la inaplazable necesidad de emprender una acción colectiva y en toda la geografía en defensa de la Fiesta. Hoy resulta incluso más urgente. Frente a la realidad que nos acosa, no puede menos que llamar la atención la tardía y escasa respuesta que los estamentos taurinos están dando a esta cuestión. No basta con apoyar actividades parciales a favor de la Fiesta, aunque son indispensables. Si se analiza en profundidad la situación, se concluye en que es necesario un plan global de actuación, que aborde de manera intensiva la defensa de la Fiesta, un plan que no conozca fronteras y que se oriente en los distintos frentes que se han abierto. Y esto es mucho más que simples propias internos de algunos países.

Mientras los aficionados nos lamentamos, los abolicionistas siguen con su campaña en todos los rincones del mapa, repitiendo machaconamente los mismos argumentos.

La reacción ante esta realidad, que ya apunta en otros puntos de la geografía taurina, el tiempo no solo es oro; en este caso, además, es vital. Cada día que perdamos trabajará en contra de la Fiesta.

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