Valladolid, 4 ago (EFE).- En una corrida marcada por la generosidad, la de los toreros actuando desinteresadamente en homenaje a su compañero Vïctor Barrio, y del público con toros y toreros, premiámdoles con abundante generosidad, fue Alejandro quien Talavante marcó las diferencias con su entregada faena al sexto de la tarde.
FICHA DEL FESTEJO:
Toros de los hierros de Núñez del Cuvillo (2º y 6º), de buena hechura, con calidad pero escaso fondo, el último premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre; Juan Pedro Domecq (1º), de justa presencia y nulas fuerzas; Zalduendo (3º), basto de hechuras, rajado y manejable; Domingo Hernández (4º), bien presentado y de muy buen juego, premiado también con la vuelta al ruedo; y Victoriano del Río (5º), con volumen y lesionado de la mano derecha.
Juan José Padilla, de grana y oro: estocada trasera desprendida (oreja).
José Tomás, de grana y oro: estocada trasera y descabello (oreja).
Morante de la Puebla, de negro y oro: estocada caída (dos orejas).
El Juli, de marino y azabache: estocada caída (dos orejas).
José María Manzanares, de negro y azabache: estocada honda caída (ovación).
Alejandro Talavante, de verde hoja y oro: estocada trasera (dos orejas y rabo).
Los seis toreros salieron juntos y a pie de la plaza al finalizar la corrida.
Entre las cuadrillas, Manuel Larios saludó tras banderillear al sexto y Juan José Trujillo tuvo que ser atendido en la enfermería de una posible lesión en la rodilla derecha, ocasionada cuando cerraba en tablas a ese mismo toro.
La Infanta Elena, escayolada del brazo derecho, asistió al festejo desde una barrera acompañada por su hija Victoria Federica.
Corrida homenaje al torero Víctor Barrio, muerto por un toro en la plaza de Teruel el pasado mes de julio. Casi todos los toreros brindaron sus faenas a la viuda y a la familia de Barrio. Lleno de "no hay billetes" en tarde de calor bochornoso.
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GENEROSA ENTREGA
Entregados todos, toreros y público, en homenaje a Víctor Barrio, el torero segoviano al que un toro partió el corazón hace apenas un mes en la plaza de Teruel, quedaba sólo añadirle la entrega suficiente a las faenas para que el festejo estuviera a la altura de la ocasión.
Y más teniendo en cuenta que el público que abarrotó los tendidos del coso de Valladolid acudió deseoso de contemplar las faenas de seis de los más importantes toreros del momento y con un talante amable y desprendido que se apreció ya cuando se le concedió una oreja a Juan José Padilla por una faena de imposible brillo a un derrengado toro de Juan Pedro Domecq.
También fue generosa la que se le concedió a José Tomás, la estrella del cartel, que apenas pudo cuajar un soberbio quite por chicuelinas y un par de series de buenos muletazos al desfondado ejemplar de Núñez del Cuvillo que salió en tercer lugar.
Conformes hasta entonces con tan poco, los espectadores se entusiasmaron con el arrebato de Morante de la Puebla ante el tercero, varios momentos de surtida y genial inspiración ante un astado de Zalduendo de bastas hechuras y rajado casi desde su salida.
La gran virtud de Morante fue evitar que el animal se marchara a tablas y siguiera aun con desgana una muleta que nunca le exigió, envolviéndolo todo con improvisada compostura y unos raptos de gracia que fueron jaleadísimos.
Dos orejas paseó Morante y otras dos le dieron a El Juli del toro que salió en el turno siguiente, un fino ejemplar de Domingo Hernández que fue el de más calidad y duración del variado lote escogido para la ocasión.
El torero madrileño estuvo variado con el capote, en suertes muy vistosas, y sustentó con oficio una faena de muleta compacta y algo lineal, en la que ligó los pases sin acabar de entusiasmarse hasta la espectacular estocada final a un toro que se partió el pitón derecha al comienzo del trasteo.
La generosidad de la tarde, que llegó a sus más altas cotas al premiar a ese ejemplar con la vuelta al ruedo en el arrastre, se vio frenada momentánemente en el infructuoso y largo trasteo de Manzanares al quinto, que acusó, constantemente dolido, una posible lesión en su pata delantera derecha.
Y tras la calma momentánea llegó la tempestad de Alejandro Talavante, que puso toda su generosa entrega al homenaje con una faena al sexto en la que no se guardó nada, desde los suaves delantales de recibo al estoconazo final volcándose sobre el morrillo de un toro de Núñez del Cuvillo que tuvo calidad pero poco fondo.
Tras un ajustado quite por saltilleras y gaoneras, Talavante se fue a los medios para abrir el trasteo de muleta con una arrucina por la espalda y con las dos rodillas en tierra que marcó ya el grado de emoción que la iba a dominar.
Pero más intensidad tuvo aún el remate de esa apertura de faena con un natural, también de rodillas, largo como un río y con todo el pecho del torero por delante. La plaza, ahora sí, sonó como un trueno en un grito de asombro.
Después llegaron varias series de naturales y derechazos de sutil temple, de pie y de hinojos, totalmente dado a la faena y administrando la justa raza del toro, hasta que una estocada demoledora puso en manos del extremeño el rabo del toro con el que marcó las diferencias.
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