martes, 15 de julio de 2014

OLÍA A TORERO EN CÉRET (FRANCIA) POR / ANTOLÍN CASTRO.


Toreando y sin torear olía a torero con Frascuelo en Cèret

"...Frascuelo se nos llegó vestido de azabache, pero entreabierta la chaquetilla era visible visionar el oro que arropaba el corazón del torero. Venía como si fuera nuevo, porque nuevo es siempre quien se inventa e interpreta cada día. Nuevo es quien torea a golpes de inspiración dejando aflorar los sentimientos
..."

OLÍA A TORERO EN CÈRET

Antolín Castro

La afirmación del titular no es gratuita, en las plazas donde salta el toro íntegro y en puntas siempre es afirmativo eso de que haya toreros en la plaza. Por tanto, ha olido a toreros en la plaza francesa en esta feria ceretana.

Pero siendo todo lo escrito cierto, la verdad es que hubo un torero que inundó de olor a toreo toda su actuación en una tarde muy calurosa, todas las tardes lo han sido, de domingo. El domingo se convirtió en una fiesta para el arte de torear gracias a un torero sexagenario, Carlos Escolar ‘Frascuelo

Podían haber todas las dudas para con la presencia del torero veterano en plaza tan torista como la de Cèret, pero el toreo, el auténtico, el de verdad, el de perfume, el de inspiración y belleza no se estableció para ejecutarlo con toros blandos o borregos, el toreo, desde el principio de los tiempos de la Tauromaquia, surge siempre, y ha de surgir, ante un toro de imponente trapío y de pitones limpios. Cuando no es así es imposible que huela a torero o al toreo. Puede oler a la colonia de moda pero no al perfume que solo la autenticidad es capaz de producir.

Frascuelo se nos llegó vestido de azabache, pero entreabierta la chaquetilla era visible visionar el oro que arropaba el corazón del torero. Venía como si fuera nuevo, porque nuevo es siempre quien se inventa e interpreta cada día. Nuevo es quien torea a golpes de inspiración dejando aflorar los sentimientos. Carlos fue así. Imaginen lo quería hacer y lo que hizo. Desde el paseíllo hasta la hora de la despedida irradiaba la ilusión de un novillero y la madurez, tanto artística como personal, de quien lleva cuarenta años de alternativa. Un lujo poder aunar, y poder presenciar, en una sola imagen ambas sensaciones. Así lo vivieron cuantos poblaron los tendidos repletos de la plaza francesa.

Por si fuera poco, un público de la Cataluña francesa, más cuantos peregrinaron desde otros lugares de Francia y España, formaban el cuadro perfecto de lo que es la fiesta de los toros. Cabalidad plena. Toros, toreros y afición, todos respetables y respetados.

En ese marco, esa sucursal de Las Ventas en cuanto a seriedad, ¿o quizá sea al revés, las Ventas sea una sucursal de la seriedad de Cèret? apareció y toreó el maestro. Las mismas vibraciones y sensaciones se hubieran sentido en Madrid. Las Ventas esperan impacientes que el torero madrileño haga un paseíllo más en la catedral del toreo, lo merece él y también los aficionados madrileños. ¿Dicen que el 15 de agosto para confirmar a El Pana? Nada sería más acertado que poder soñar el toreo en lugar de soportar el destoreo habitual.

Describir cómo fue el ‘frascuelismo’ vivido ya ha sido descrito por nuestro corresponsal en tierras francesas, si acaso decir, hacer hincapié, en que las dudas de quienes creían que en el Templo torista no cabía el toreo de más kilates, se equivocaban porque son equivocados intencionadamente, de forma permanente, por los interesados en que parezca la fiesta auténtica ese sucedáneo que se ofrece un día sí y otro también en las plazas del mundo. Al borreguito le llaman toro y arte a la cursileria, cuando no al ventajismo más descarado. La Fiesta surgió y era entera en la pequeña plaza francesa.

Esa plaza que rinde culto al toro, quizá sin saberlo, rinde culto al toreo eterno, que no es posible realizarlo si delante del torero no está el toro en plenitud. Quienes organizan esta feria han resuelto el enigma. Además de los toreros capaces de desplegar sus mejores armas ante el toro duro y correoso, es posible ver florecer el toreo más frágil, pero también más real que supone la magia del bien torear.


Carlos Escolar ‘Frascuelo’, un torero de una pieza, está vivo y es muy joven. Yo lo vi una tarde de julio en una plaza francesa. El olor que desprendía él y su toreo todavía está presente en el olfato de muchos, incluido el mío.

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