Gallito con el arquitecto Espeliú viendo planos de Las Ventas |
José Ramón Márquez
Para homenajear a Gallito no se les ocurre otra cosa que… poner una placa a Belmonte. Las cosas de Abella, a quien todos sus amigos llaman Abeya, y del mundillo petardero del planetilla del toro, que se han empeñado en convertir la Plaza de Las Ventas en la Plaza de los Azulejillos, y no veas cómo la tienen tundida a azulejos.
Empezaron la moda del azulejo con la cosa de la reproducción en azulejos del cartel de inauguración que colocaron nada inocentemente en la Puerta Grande, cartel de aquella absurda corrida a beneficio de los parados de la época en la que lo único reseñable fue que la afición tuvo que llegar saltando desmontes y que al primer toro de la historia de la Plaza ya lo banderilleó un Boni. En realidad el único fin de ese innecesario homenaje era el de colocar de la manera que fuese la bandera tricolor en Las Ventas, aunque fuese de tapadillo.
Durante muchísimos años en Las Ventas no hubo más que un humilde y recóndito azulejo en lo más alto de la andanada del 8 en sencillísimo homenaje a un aficionado: Juanito Parra, pero cuando empezó la fiebre del azulejillo, inaugurada como se dijo antes con el de la corrida del año 31, esto ha sido una locura de alicatado, que ahí se han puesto las botas a poner cerámica por doquier, con lo que eso lleva usualmente aparejado, que es una copa de vino español y que me da a mí que es lo que verdaderamente hay detrás de tanto azulejo, la ocasión de que el Abella de turno sufrague una humilde copa de vino para que unos buenos señores ya entrados en años los liben con fruición, se saluden con afecto y se critiquen con odio según se vayan dando la vuelta los unos de los otros.
La nómina de azulejillos de Las Ventas es ahora mismo kilométrica. Hay unos grandes por donde el bar del 10 dedicados a diversos toreros, hay otro en la Puerta Grande de los toreros que la han abierto… que la ves y es una pena comprobar que de la mitad de los que has visto no recuerdas ni un pase, hay el de Agapito en el Patio de Caballos, hay un puñado dedicados a los toros de no sé qué premio en el Patio del Desolladero… y ahora habrá uno de José, que es el que impulsó la creación de esta Plaza, y uno de Juan, porque hace cincuenta años que se pegó un tiro.
La idea la patrocina la Peña de José y Juan, que yo siempre he sospechado que esa Peña es la de Juan y Juan o Requetejuan, que con su Juan se lo coman y que han encontrado el birlibirloque de hacer coincidir el centenario de la alternativa del príncipe de los toreros, el torero al que le parió una vaca y le mató un toro, con el cincuentenario del óbito del torero trágico al que había que apresurarse para verle, porque el día menos pensado le podía matar un toro de nueve milímetros.
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