El presidente de la Repúbllica pone a disposición de Antonio un magnífico automóvil descapotable, en al que va a la plaza, acompañado de su representante José Alarcón 'Alardi'. Va vestido de verde y oro, con capote de paseo también de verde y oro, que después envía como obsequio al presidente Ávila Camacho.
En presencia de Carlos Arruza, Silverio Pérez le cede el toro deTorrecillas -propiedad de don Julián Llaguno, de Zacatecas- 'Currito', número 45, en el que da la vuelta despues de magnífica faena. Y también está muy bien en el sexto -'Muñeco', número 11- brindando al general don Maximino Ávila Camacho, hermano del presidente de la República.
Carlos Septién 'El Quinto' escribe en el samanario La Unión, con el título 'lección de Hispanidad':
Desafiante y firme, el español se plantó frente al bruto. No estaba la nobleza del hombre correspondida en la bestia: recelosa, dañina, bajaba mañosamente el armado testuz mientras el hombre levantaba con mayor alteza la limpia frente. Había un contraste de serenidad e inquietud, de altivez y bajeza, de señoría y rabajamiento conforme el encastado español avanzaba hacia el toro descastado. Poco a poco se fueron acortando las distancias entre la hoz de los cuernos y la roja bandera deslumbrante de sol del torero. No se abajaba el torero al nivel de su enemigo en en reto de temeridad vulgar; por el contrario, ennoblecía a la bestia al plantar frente a ella la exigencia de un altivo desafío. Que, al fin, ante el mando del hombre fue aceptado. Y uno a uno los muletazos se fueron eslabonando en azañosa cadena. Tranquilo, natural, señor de sí mismo, el español hizo parar frente a su pecho las puntas de la media luna.
Una juvenil firmeza en el rostro; una serena serena quietud en las plantas. Y el brazo marcando un camino de imperio sobre la arena hasta que la cansada cobardía quedó allí, torpe y azorada, incapaz de acometer más. Sobre la materia innoble, irracional y mañosa, había triunfado la clara estirpe de lo caballeroso y levantado. la sobria arrogancia de la convicción a la española, la equilibrada naturalidad de una fe recia, habían destruido -una vez más- la conjura de los bajos instintos tortuosos. A los pies del español se desplomó, vencida y rota, la curva siniestra de la hoz. Y Antoñito Bienvenida caminó triunfal por la arena enrojecida....." (Del Libro 'Bienvenida Dinastía Torera', de María de la Hiz Flores- Espasa Calpe 1993)
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