Es preocupante, ojalá nos equivoquemos, la deriva descendente de este
hierro desde que el hijo del gran Victorino Martín tomó las riendas de la
ganadería. Aquel toro encastado, que peleaba de poder a poder en la suerte de
varas, que llegaba a la muleta pidiendo guerra con problemas, pero no exento de
calidad, cada vez sale menos en las plazas.
Esta tarde en Sevilla no parecían “victorinos”. Demasiada flojedad y
demasiada nobleza boba imperante en estos tiempos.
En la suerte de varas, muchos puyazos fueron simulados, apenas se pudieron
hacer quites. Estos no son los “victorinos” de siempre. Por eso la tarde fue
aburrida en general, excepto dos ramalazos toreros de Escribano y Luque.
La tauromaquia de Escribano es arrebatadora y de mucho pundonor. Sus dos
toros los recibió a portagayola, con lo que eso significa de peligro. Al quinto
le enjaretó en la misma puerta de chiqueros varias verónicas, sentidas y
ajustadas que pusieron al público en pié. Luego sus toros se vienen a menos y
esa condición es lo que no necesita el de Gerena.
Daniel Luque nos gustó en su primer enemigo. No era nada fácil. Pedía más
lidia que estética. Y eso fue precisamente lo que hizo. Le plantó cara. Atacó
al toro por los dos pitones hasta lograr su dominio.
Su segundo embestía mejor por el pitón derecho, pero su labor tuvo
altibajos. Por el izquierdo demasiado complicado, aunque pudiera haber optado
por machetear y dominar como hizo en el tercero.
Ferrera sorteó un lote flojo que llegaron a la muleta tras varias caídas y
nula transmisión. Lo mejor su dominio lidiador en el primero para empaparlo en
el capote a su salida y ganarle terrenos hasta pararlo en la boca de riego.
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