50 Años de la muerte de Juan Belmonte,
genio, mito y revolucionario del toreo
Juan Miguel Núñez
Madrid, 7 abr (EFE).- Mañana, Domingo de Resurrección, paradójica coincidencia en las llamadas que a veces se reserva la historia, se cumplen cincuenta años de la muerte de Juan Belmonte, propulsor del toreo actual, revolucionario en las formas de hacerlo y el modo de sentirlo, genio y mito.
Se puso en duda su capacidad física para torear, porque "no puede correr", como se le achacaba en los inicios de su carrera, tratando de sentenciarle para la profesión al tener los pies planos.
Pero una vez instalado en el reconocimiento del estilo de quietud y despaciosidad inigualable hasta su época, cuyo máximo esplendor es la segunda década del siglo pasado, pulverizó aquel estigma con una contundente definición: "el que tiene que correr no es el hombre, sino el toro".
Así fue cómo el toreo de Belmonte supuso una total revolución en las reglas de este arte, que gracias a su valor e intuición iría evolucionando hasta llegar al concepto actual de cite con el engaño plano, colocado el hombre entre los cuernos y vaciando la embestida del animal en semicírculo.
Y así nació la trilogía del parar, templar y mandar. Los tiempos fundamentales del toreo, que Belmonte interpretó como nadie, y cuya unidad argumental alcanzaría mayor rotundidad con una cuarta extensión al cargar la suerte adelantando la pierna contraria en el embroque o reunión del toro con el engaño.
Fue por lo que le bautizaron con el apelativo de "El Pasmo de Triana", por haber nacido en el sevillano barrio del otro del Guadalquivir y por ese aplomo ante lo que para los demás sería un miedo irresistible.
Lo cierto es que su estilo, por formato y modales, fue absolutamente distinto a lo que hasta entonces se conocía como "el toreo sobre las piernas", cuyo genial intérprete sería José Gómez Ortega "Joselito", precisamente su rival más directo, con quien mantuvo una gloriosa competencia hasta su muerte en Talavera, el 16 de mayo de 1920.
"Joselito", exponente del dominio en todas las suertes, y Belmonte, arrojo y genialidad, tuvieron una influencia recíproca en su forma de torear aún manteniendo ambos su personalidad. Aquel terminó pisando los terrenos de éste, quien a su vez asimiló la técnica del otro. De ahí que Gregorio Corrochano proclamara que fueron los protagonistas de "la Edad de Oro del Toreo".
Rivales y amigos. Una dualidad que también se explica por la forma de plantear y resolver determinadas situaciones compartidas. Tan rivales que desde 1914 que torearon juntos por primera vez España se dividió en dos: "los de José" y "los de Juan". Y tan amigos que viajaban juntos en el tren, aunque para no defraudar a los partidarios, antes de llegar a las estaciones se cambiaban de vagón.
Por eso, de las muchas cogidas que sufrió Belmonte, la que más le afectó fue la que acabó con la vida de "Joselito", que le marcaría con la tristeza para el resto de sus días. "Aquella tarde de Talavera -repetiría Belmonte muchas veces- José me ganó definitivamente la partida".
Quién lo iba a decir cuando los pronósticos sobre la suerte de ambos se hacían completamente al revés. Hasta "Guerrita" auguró cuando Belmonte empezaba que "hay que darse prisa a verlo torear porque el que no lo vea pronto, no lo ve». Sentencia que no se cumpliría también pese al viejo axioma sobre el que "Lagartijo" estableció otro de los cánones que parecían inmutables en el toreo: "o te quitas tú, o te quita el toro".
Al margen de ese valor y su fuerza para romper estereotipos, Belmonte dejó también un legado importante a "la Fiesta" como es el del acercamiento que propició de los intelectuales a la misma.
Es notorio el trato que tuvo con Valle-Inclán, quien un día le ensalzó por una actuación "algo sensacional, magistral e incluso sublime", pero objetándole que "te faltó encumbrarte como mito a la eternidad, y para ello dejarte morir en la plaza". A lo que Belmonte respondió con otra reflexión más serena y profunda: "no se preocupe que la próxima vez se hará lo que se pueda, don Ramón, se hará lo que se pueda".
Fue la triste angustia que le acompañó a Belmonte el resto de sus días, obsesionado por la muerte. Mañana hace 50 años que se suicidó. Dicen que por no poder ya torear. Quizás por un mal de amores. El caso es que su legado es grande y muy estimado. EFE
Premio "La Fábula Literaria Vicente Zabala" 2011
del Círculo Taurino Amigos de la Dinastía Bienvenida
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