Por Juan Miguel Núñez Batlles
(Emitido en el programa "Clarín" de RNE, el 19 de marzo)
Hubo esta semana una información de aciago acontecer:
la muerte del menor de “los Dionisios” como llaman en Salamanca a los hijos del ganadero Dionisio Rodríguez, el hombre que crió toros bravos en Villavieja de Yeltes, en pleno campo charro.
Los hijos de Dionisio Rodríguez (cuatro, de los que tres eran varones), heredaron, con mucho orgullo, el nombre del padre, del que fueron dignos continuadores…
Dionisio, ya en la barrera de los ochenta, ha muerto de forma repentina, la mañana de este martes pasado, cuando se sintió mal y ni dio tiempo de acudir al médico.
La noticia nos la ha contado el escritor Paco Cañamero, aficionado de mucha sensibilidad y conocimientos del toro y del espíritu que define a su gente, los ganaderos, genuinos representantes de la idiosincrasia charra.
Dice Cañamero en su “Glorieta Digital” (la publicación que nos tiene puntualmente al día de todo lo que sucede en aquella tierra de toros y toreros por excelencia), que Dionisio –como sus hermanos- fue un charro de ley: hombre de palabra.
Y que por ello decidieron dejar la ganadería que había sido santo y seña en los años 60, 70 y 80 sobre todo, cuando sus toros eran demandados y apreciados por los aficionados más exigentes y entendidos, y a la vez se los disputaban las primeras figuras, de Paco Camino a Julio Robles, incluyendo a Niño de la Capea, y todos, absolutamente todos los que tuvieron usía, sello y mando de torero de ferias.
Pero he aquí –cuenta Cañamero- que un buen día (un mal día, habría que rectificar), los tres hermanos decidieron dejar la ganadería para seguir evitando disgustos, antes de prostituirse o corromper su dignidad frente a los taurinos. Y quedó entonces todo lo de Dionisio Rodríguez para la historia.
Se reservaron veinte vacas para no perder los derechos del hierro. Y el pasado tan glorioso, como digo, se guarda ya en la memoria.
Ahora recuerdo una magistral faena de Miguel Espinosa “Armillita” en Salamanca, en septiembre de 1990, al toro “Chafaroto”, que fue Premio “Toro de Oro” de la Junta de Castilla y León. Aquello fue como una especie de canto del cisne, puesto que a partir de ahí vino el declive que propició el sistema; los errores y malvadas artimañas de los taurinos, para que esta ganadería, tantos años emblemática en todos los sanisidros de aquellos años anteriores fueran paulatinamente desapareciendo de los carteles de Madrid.
En Talavera de la Reina, en 1989, todavía marcaron un hito los toros de Dionisio Rodríguez, con Julio Robles, Ortega Cano y Juan Mora, que se repartieron nueve orejas y un rabo.
Manolo Chopera (justo es reconocer) fue el gran adalid de esta ganadería, que lidió con asiduidad en todas sus plazas, y de ahí que en Bilbao llegara a ser imprescindible durante un tiempo, gozando de mucho cartel.
Está claro que, con la muerte de Dionisio Rodríguez, se ha ido uno de los grandes de los criadores de bravo.
Dios lo tenga en su Gloria…
No hay comentarios:
Publicar un comentario