"...Con su gran e importante faena al enrevesado cuarto toro de Victoriano del Río, Enrique Ponce marcó la diferencia abismal que le separa de todo el escalafón. Un animal ciertamente avieso en los primeros tercios que en otras manos no hubiera sido objeto de la maravilla con que el gran maestro valenciano nos obsequió al transformar lo imposible en posible,.."
Final de Olivenza: El inigualable magisterio de Ponce continúa incólume
- Pero hablando de atracos, señor Morante, ¿qué me dice usted de la cantidad de veces que manda o permite que le maten los toros en el caballo? ¿Y qué de la ya comentada manera de arruinar las posibilidades de una ingente cantidad de bóvidos…? Hombre, Por Dios… Hablando de “atracos”, señor Morante, tendríamos que hablar mucho de usted…
Con su gran e importante faena al enrevesado cuarto toro deVictoriano del Río marcó la diferencia abismal que le separa de todo el escalafón. Un animal ciertamente avieso en los primeros tercios que en otras manos no hubiera sido objeto de la maravilla con que el gran maestro valenciano nos obsequió al transformar lo imposible en posible, llegando a bordar el toreo de muleta una vez superadas todas las dificultades que tuvo el animal hasta rajarse. Fue en ese preciso momento cuando Ponce obró el milagro de convertir el acíbar en dulce licor mediante una portentosa demostración de ciencia infusa, serenísimo valor y sedosas además de enjundiosas maneras que pusieron al público en pie.
Este fue el cenit de la última corrida de la feria de Olivenza en una doble jornada que deparó no pocos aconteceres de gran categoría y hasta lamentables momentos dramáticos sucedidos cuando el quinto toro cogió de muy mala manera a Francisco Rivera Ordóñez al intentar poner un primer par de banderillas. Francisco había reaparecido tras un largo retiro dando pruebas de la gran raza que atesora. Una vez zafado de los que le atendieron de la tremenda paliza que sufrió, temerosos de que hubiera sido gravemente herido y lejos de amilanarse, Francisco llevo a cabo una emocionante faena que mereció los dobles trofeos tras matar de contundente espadazo. Una oreja por su asentada y estimable labor muleteril y otra de regalo por lo que la cogida influyó en el desbordado aprecio de los espectadores. Francisco pudo finalmente acompañar a Ponce en una apoteósica salida a hombros.
El quinto toro cogió de muy mala manera a Francisco Rivera Ordóñez
Por la mañana, frente a un desigual envío de El Freixo, los aficionados que casi llenaron la plaza gozaron con las triunfales actuaciones de los novilleros Posada de Maravillas, Ginés Marín y Pablo Aguado.
Los tres salieron a hombros. Grandes intérpretes del toreo en distintas versiones en una misma jornada. Algo muy difícil de ver en un espectáculo menor. Posada de Maravillas reapareció pletórico e inspiradísimo tras varios meses de muy costosa recuperación de una gravísima lesión de tendones de su mano derecha. Ginés Marín, que ya había triunfado grandemente en la primera novillada de la feria, confirmó que es un superdotado llamado a ser muy importante en cuanto tome la alternativa. Y Pablo Aguado, el sevillano triunfador de certamen novilleril del pasado verano en La Maestranza, fue la gran sorpresa de la mañana por su personalísima y finísima manera de torear. El futuro de la Fiesta está asegurado. Todos salimos de la plaza encantados y deseando volverles a ver.
Tras lo visto en la jornada matinal, el público abarrotó la plaza por la tarde pese al cansancio que suponía presenciar la lidia de catorce reses de lidia en un solo día. Rivera Ordóñez fue obligado a saludar tras el paseíllo compartiendo la gran ovación con sus compañeros de terna. Ponce devolvió la cortesía brindándole su faena al toro que abrió plaza. Un animal que resultó tan noble como absolutamente falto de fuerza. Su evidente blandura fue superada por Enrique en una larga sucesión de muy templados muletazos sobre ambas manos que apenas tuvieron eco en los tendidos, ciertamente contrariados por la invalidez del animal.
Rivera Ordóñez estropeó garrafalmente con la espada en varias agresiones una más que estimable faena frente al muy manejable segundo toro.
En tercer y sexto lugares actuó Morante de la Puebla con la expectación que el gran artista siempre despierta y más ayer por ser esta corrida, como la de sus compañeros, la primera de su temporada. Como siempre, Morante fue tratado por el público con entusiasta admiración y sonoros y en su mayoría enlatados olés, sobre todo para celebrar sus hermosísimas intervenciones con el capote por verónicas y medias de remate marca de la casa en los recibos de sus dos oponentes. No tanto así en sus dos faenas de muleta. Ambas salpicadas, cual acostumbra, con los bellos detalles que intercalaron dos labores que no tuvieron adecuado planteamiento ni, por tanto, buen colofón. En parte por las febles condiciones de sus enemigos y en parte también por lo mal estratega que suele ser Morante como lidiador. El gran y muy jaleado principio por muy hondos redondos de su primera faena, tan hermosos como inconvenientes, arruinó las posibilidades que hubiera tenido el toro de haber empezado Morante tratando de ayudar al animal en vez de exprimirlo tan pronto. Es el gran problema de Morante. Ese querer ser quien es artísticamente a cualquier costa sin tener casi nunca en cuenta las condiciones de sus oponentes. Lo del sexto fue aún peor porque el animal fue aún menos proclive que el tercero. Morante, ciertamente con ganas de epatar lo hecho por Rivera y, sobre todo, tras la magistral faena de Ponce, le llevó a un lamentable quiero, apenas paliado por el inagotable apoyo de sus muchos adoradores. Viendo a Morante pegar tantos respingos entre medios pases, incesantes perdidas de pasos, inconvenientes enganchones y los pocos aciertos que logró, no pude evitar pensar que si lo que hizo con este toro el de La Puebla lo hubiera hecho Ponce, le habrían dedicado una bronca monumental. Morante lo intentó todo en busca de remediar lo que tan mal le salió. Hasta intervenir fallidamente como puntillero y terminar descabellando. De pena, penita, pena…
Tampoco le valió de nada a Morante que la banda del Maestro Tejera de la Real Maestranza de Sevilla ocupara amplio sitio en un tendido de sombra para alternar con la Sinfónica de Olivenza situada en su palco. Un sinsentido chirriante. Por lo visto fue para conmemorar musicalmente el XXV aniversario de la feria oliventina. Pese a la indudable calidad sonora de la banda invitada, la cosa no salió precisamente bien. Fue increíble, además, que los músicos sevillanos arrancaran a tocar desde su mismísimo arranque las faenas de Rivera y de Morante. Ponce no pudo gozar del mismo favor porque su gran faena fue amenizada por la banda local. En fin, un dislate…
Pero ya que hablamos de dislates, no quiero dejar de comentar las idioteces que Morante continúa declarando últimamente a raíz de su interminable conflicto sevillano. “No sé donde vamos a llegar…” ha dicho Morante ayer mismo a quien le preguntó por su nueva ausencia en la Feria a Abril. La afición tampoco sabe hasta adonde va a llegar usted, señor Morante…
Y otra: “… En muchas plazas de tercera ganamos más dinero que en La Maestranza…” Hombre…, entonces es que ustedes atracan a los empresarios de plazas de tercera.
Lo que pasa, señor Morante, es que la empresa taurina de la plaza de la Real Maestranza de Sevilla, no se puede permitir de ninguna manera la licencia de pagarles a ustedes en negro como ocurre en no pocos sitios. Mejor sería no nombrar la “bicha”…No vaya a ser que…. Sería un escarnio público que Hacienda llegara a multar a La Real Maestranza por permitirlo… Lo que les gustaría a ustedes, es que los de La Maestranza también les pagaran en negro al menos la mitad de lo que quieren ganar. Una vergüenza.
Pero hablando de atracos, señor Morante, ¿qué me dice usted de la cantidad de veces que manda o permite que le maten los toros en el caballo? ¿Y qué de la ya comentada manera de arruinar las posibilidades de una ingente cantidad de bóvidos…? Hombre, Por Dios… Hablando de “atracos”, señor Morante, tendríamos que hablar mucho de usted…
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