Javier Leoni, actor de raza
El actor Javier Leoni, nacido en
Montijo (Badajoz) hace 54 años falleció el pasado lunes en su ciudad natal a
causa de una pancreatitis.
Su último trabajo fue en la
primera adaptación teatral que se hizo en el mundo de El
nombre de la rosa, de Umberto Eco, cuyo montaje, puesto en pie por
Garbi Losada, se estrenó el mes pasado en el Festival de Teatro Clásico de
Cáceres. Leoni compartía escenario con numerosos actores, entre los que se
encontraban Karra Elejalde y Juan José Ballesta, que daban vida a los
personajes fray Guillermo de Baskerville y su discípulo Adso de Melk, mientras
que el actor desaparecido era Berengario de Arundel, un fraile de una Abadía
benedictina del siglo XIV, de más que dudoso comportamiento y que Leoni
interpretaba magistralmente, entre otras cosas porque parecía un papel escrito
especialmente para su lucimiento, cosa que conseguía.
Leoni, que era profesor de EGB,
empezó coqueteando con el teatro en los años setenta y ochenta dentro de la Cátedra
Torres Naharro que
dirigía José Manuel Villafaina, así como con el Centro Dramático de Badajoz.
Desde esos inicios se inclinó por el oficio de actor, en el que se formó con
cursos y talleres de numerosos profesionales, aunque él siempre reconocía a
Etelvino Vázquez como uno de sus maestros.
Su primer montaje profesional es Qué
viva Salomón, de Diego Sánchez de Badajoz, con dirección de Paco
Suárez y poco después funda, con su colega y socio Pedro Antonio Penco,
Suripanta Teatro. Desde entonces, se convierte también en productor, con esta
compañía y otras como Alsuroeste Teatro, así como los trece años con su famoso
grupo Los cómicos del carro, con el que recorrió numerosos pueblos y ciudades
con un carromato que heredó de Cristian Casares, de Los Goliardos.
Leoni debe ser uno de los pocos
actores españoles que ha subido en repetidas ocasiones al escenario del Teatro
Romano de Mérida. La primera con una Lisístrata que dirigió Antonio Corencia en 1982.
La última con Rómulo el grande, de
Friedrich Dürrenmatt, con dirección de Esteve Ferrer. Además produjo varios
montajes, como El marco incomparable, un Edipo
Rey y un Viriato
rey, entre otros. Esta mañana, Jesús Cimarro, director de la
muestra emeritense señaló en rueda de prensa que Leoni, además de un gran
actor, ha sido sobre todo un referente en la producción teatral extremeña: “Una
labor que en teatro queda demasiadas veces oculta tras el brillo de los actores
y directores y por ello pocas veces reconocida a pesar de ser el alma y cabeza
pensante de cada espectáculo”.
Esa salto que Leoni quería para
dignificar y dar visibilidad al teatro extremeño se consiguió en 1989 cuando se
estrena Perfume de mimosas, de
Miguel Murillo, autor con el que trabajó en numerosas ocasiones y montaje que
muchos consideran como el más representativo del salto a la madurez del teatro
en Extremadura y con el que se rompen barreras territoriales y se alcanzan
importantes galardones, incluso internacionales. Precisamente con Murillo se
traía entre manos el que iba a ser su próximo proyecto, ya que había decidido
protagonizar Donde el tiempo me lleve,
título que ahora se revela metafórico, y que según su autor “por desgracia se
quedará en el cajón, porque no habrá nadie con su empeño y empuje para ponerlo
en pie”, a lo que añade Murillo, “Leoni ha significado la lucha por la dignidad
de la profesión teatral y era infinita la energía que ponía en que eso
ocurriera; es un vacío enorme el que me produce su pérdida, y lo digo como
autor y como amigo”.
En cualquier caso, y ante las
dificultades a las que se tiene que enfrentar cualquier compañía de teatro
española en al actualidad, Leoni abandonó sus sueños como productor y retomó su
carrera de actor contratado. Estrenó entonces La nona, del argentino Roberto
Cosa, con Morfeo Teatro y también destacó como alguacil en El
sombrero de tres picos, de Antonio de Alarcón. También participó en
varios cortometrajes y en el filme La Celestina, de Gerardo
Vera.
Su carácter luchador con el que
siempre peleó por la profesionalidad dentro del teatro le tuvo también al pie
del cañón como responsable la Escuela de Teatro de Alburquerque, donde además se
responsabilizaba de la programación y del Festival Medieval de Alburquerque.
Leoni era conocido y apreciado
como un gran polemista de los que decían las cosas como él creía que era y
sobre todo por su empeño en hacer crecer la cultura teatral en Extremadura,
donde gracias a sus acciones se le debe, en gran parte, que en poco tiempo sea
una comunidad con casi cuarenta compañías de teatro.
Irónico y poseedor de un sentido
del humor desbordante que le llevaba a decir a los amigos íntimos que le
sugerían que adelgazase “cuando me muera ponedme como epitafio ‘ahora sí que me
quedaré en los huesos’”. Gran conocedor del lenguaje le gustaba jugar con las
palabras y el doble o triple sentido de muchas de ellas, leoni era una persona
profundamente vitalista, amante de ese flamenco pacense de Plaza Alta y gran
conversador, ya que también era conocido en él, su costumbre de ser una gran
noctívago en todas las ferias de teatro de España, donde siempre cerraba
yéndose el último a dormir.
Leoni, que tenía tres hijos, será
hoy incinerado en Badajoz.
Desde El redondel taurino en especial al amigo José Ramon Garcia y restantes familiares, el nuestro más sentido pésame D.E.P.
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