Por Juan Miguel Núñez Batlles
Han salido a la calle los carteles de la próxima Feria de Otoño de Las Ventas, en Madrid. Y han gustado mucho; tanto a los aficionados como al gran público.
Carteles buenos para todo el mundo. También para mí, dos veces buenos. Muy buenos carteles.
Y aclaro porqué, para que no haya suspicacias, pues se me achaca que no tengo buen “feeling” como se dice ahora con la empresa que gestiona Las Ventas, o con su departamento de comunicación. Nada tienen que ver críticas por otras actuaciones. La prueba está en que no me duelen prendas para el elogio cuando procede.
El ciclo, que se celebrará como viene siendo habitual en dos fines de semana -el último de este mes de septiembre y el primero de octubre-, presenta unas combinaciones de toros y toreros con muchos atractivos.
No sé si poner por delante, en el orden de importancia sobre el papel, la actuación de Antonio Ferrera en solitario con seis toros de distintas ganaderías y encastes, o el mano a mano entre Miguel Ángel Perera y Paco Ureña. Yo personalmente me quedo con éste cartel; porque tanto Ureña como Perera están un año más en temporada de gloria, amén de la singularidad y marcada personalidad que están teniendo los triunfos de ambos.
La Feria, que está compuesta por cinco corridas de toros y una novillada, ofrece también nombres destacados de lo que está siendo el año taurino, como Emilio de Justo, Juan Ortega, Ginés Marín, el francés Juan Leal, Curro Díaz, Daniel Luque, Manuel Escribano, Domingo López Chaves y El Cid; éste último en su despedida de Madrid, "su" plaza por la manera en la que ha toreado siempre en ella deslumbrando con su prodigiosa mano izquierda.
En las corridas se ofrecen variedad de encastes, como "domecq" del propio Juan Pedro, Garcigrande y Victoriano del Río, “domecq“ también vía “jandilla” de Fuente Ymbro, “núñez” de Alcurrucén, "atanasios" de Puerto de San Lorenzo y "albaserradas" de Adolfo Martín.
Todo lo que se anuncia, muy bien, de verdad. Y está bien, y mejor, sin necesidad de bombo ni artificios en los que es absurdo pensar que puede estar el secreto de la suerte de una buena feria, como ocurrió en el San Isidro último.
Imaginación y compromiso es lo que necesita la Fiesta de los Toros para despegar. Y seguro que en esta ocasión, con estos carteles, la empresa lo ha conseguido.
Pero además, y a esto quiero dedicar mi elogio destacado, la feria se anuncia con unos carteles, por fin, muy apropiados, a base de dibujos y viñetas que representan las verdaderas escenas taurinas que se ofrecen en el ruedo. Una cartelería atractiva y atrayente.
Fuera el absurdo modernismo de toreros luciendo sus vergüenzas, o los ridículos trazos que fuerzan a una pueril imaginación de escenas escabrosas; una costumbre cada vez más extendida en los últimos años para anunciar lo taurino sirviéndose casi siempre de técnicas de ordenador, incluso, parece mentira, con alguna firma muy cotizada de las nuevas corrientes de la pintura.
Por fin, insisto, luce un cartel con toda su pureza, clasicismo y encanto que inspiran las corridas de toros. En el dibujo, la composición y la pintura está el lenguaje, la verdadera comunicación. Es el secreto de la publicidad que lleva más de cien años con éxito llamando la atención del público.
De modo que este anuncio de la Feria madrileña de Otoño, que ya ilustró en 1887 la Feria de San Sebastián, es un manifiesto de buen gusto. Preside la escena “la manola” tocada de mantón chinesco, adornado el pelo con dos claveles reventones y aireando abanico de encaje de blonda. Delicada hermosura. Y soy consciente de que la imagen daría pie a poner en solfa la iniciativa en estos tiempos de denuncias sexistas a la primera. Pero ya está bien, pues es hora de deshacerse de tantos complejos que, en esa lucha sin sentido entre feminismos y machismos, nos privan del encanto de lo bello, fino y gracioso que, con todos los respetos, sólo puede aportar la mujer.
Sigo con la descripción del cartel. Dos medallones alusivos al tercio de varas y un pase de muleta, respectivamente, como corresponde al argumento; en tanto que en cada día de corrida van enmarcadas las efigies de los toreros anunciados.
Las letras, caprichosa y muy acertadamente distribuidas entre los detalles de la obra, que por último luce una orla asimismo muy apropiada y con una alusión al desaparecido “Chofre”, la vieja plaza de toros donostiarra.
Cartel muy atractivo que nos recuerda tiempos no tan lejanos de pintores y litógrafos, de imprentas especializadas...., nombres de mucho prestigio a los que un día prometo dedicar un comentario más extenso y elogioso por la categoría que han dado al toreo, potenciando la estética y el clasicismo de su cartelería. Lo que el filántropo y excelente coleccionista Ángel Sonseca bautizó como “el documento de máximo rango para promocionar el espectáculo”.
Tomen nota las demás empresas tan dadas en estos tiempos al anuncio chabacano y hortera que, lejos de seducir, espanta, simplemente porque horroriza.
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