Octubre de 1975, día 4, finca de Amelia Pérez Tabernero-Montalvo en los campos de El Escorial. Fiesta familiar con tienta. El maestro quería ver torear a su sobrino junto con unos amigos. Una vez terminó Miguel de torear a la becerra “Curiosa”, le dice:
- ¡Déjala ya!, Miguel, después de otro capotazo dale puerta.
Abierta la puerta que da al cerrado, otra becerra, de nombre “Conocida” que estaba en el campo, se quedó fija sobre la figura del maestro, que se hallaba de espaldas a la puerta y, entrando en la plaza, le embistió por detrás sin que pudieran hacerle el quite. Le propinó una voltereta que a la postre, por las lesiones causadas en el cuello, le llevarían a la muerte. Su entierro se celebró el día 7 de octubre de 1975 en olor de multitudes. Ese día dieron la última vuelta al ruedo de Las Ventas.
ANTONIO BIENVENIDA, 40 AÑOS YA.
José María Sánchez Martínez-Rivero
Octubre de 2015 en Collado-Villalba.
“¡Que torero he visto Pepe! Te voy a decir que si a ese toro del Conde, lo toreamos con la muleta todos los que dicen que toreamos bien, pero todos los de ahora y los de antes y, después, coge la muleta tu hermano Antonio, nos echa a todos al estribo. La ventaja que tenemos los demás frente a él es que durará en esto veinticinco años, y como así no se puede torear todas las tardes, cuajará en todo ese tiempo, cuatro o cinco toros, como el que le he visto en Bilbao”.
(Manuel Rodríguez, “Manolete”, hablando con Pepe Bienvenida)
Se cumplen 40 años, el día 7 de octubre de 2015, de la desaparición del maestro de maestros Antonio Mejías Jiménez, “Antonio Bienvenida”. Nuestra intención es tener un pequeño recuerdo de los momentos más destacados en su vida torera y, también, en los más dolorosos cuando el torero es herido y demuestra su valentía ante la adversidad. Recuerdo de sus pases cambiados, corridas como único matador y otras efemérides.
Había nacido en Caracas (Venezuela), el 25 de junio de 1922, por azar del destino taurino ya que su padre Manuel Bienvenida, al que acompañaba la familia, se encontraba haciendo campaña taurina por Hispanoamérica. Desde el nacimiento ya respiró aires taurinos que, indefectiblemente, le conducirían a amar al toreo y querer ser como su padre y hermanos: matador de toros.
En 1937 viste su primer traje de luces en la plaza de toros de Córdoba. Debuta con picadores el 26 de julio de 1938 en Cádiz.
Antonio Bienvenida se presenta en Madrid el día 3 de agosto de 1939 como novillero. Los compañeros de cartel fueron Joselito de la Cal y Rafael Ortega, “Gallito”, con novillos de Terrones. Destacó con la muleta sin que el triunfo se presentara.
En el año 1941, día 18 de septiembre, vuelve a Las Ventas, para lidiar reses de don Antonio Pérez de San Fernando, alternando con “Morenito de Talavera”, y Juan Mari Pérez Tabernero, que se presentaba en Madrid como novillero. La actuación en esta novillada le dará un cartel extraordinario al dar los tres pases cambiados al novillo “Naranjito”.
El crítico taurino de Radio Madrid, “Curro Meloja”, vio la novillada. Por la noche en su emisión radiofónica tituló la crónica: “¡Salve, Antoñito Bienvenida!”:
“Señores oyentes aficionados a la fiesta nacional: No olviden ustedes esta fecha: 18 de septiembre de 1941, día de purificación y consagración de la Plaza de Toros de Madrid...
Por obra y gracia de un artista genial ungido por la gracia divina de la más excelsa inspiración, ayudado por un torero valeroso, completo y henchido también por el soplo del arte, y con la ayuda eficaz de un diestro novel, pero pleno de maestría por su dominio excepcional en el difícil arte del toreo de muleta: en el día de hoy, por esa conjunción armónica y feliz se ha purificado la Plaza de Madrid y se ha comenzado a escribir su historia...
En la plaza zumbaba ese run-run de las grandes emociones cuando salió, el quinto novillo, no demasiado chico y con decente arboladura, aunque al parecer con una nube en el ojo derecho, por lo que en las primeras embestidas se puso delante y cabeceó, malogrando los intentos de torearle con el capote que pusieron, su futuro matador, Antoñito Bienvenida, y sus compañeros en el primer tercio, aunque aquél logró un quite por chicuelinas pleno de armonía y de gracia rematado con primor de filigrana. Y tocaron a matar cuando el astado estaba proboncete y calamocheando.
Nada hacía esperar lo que avecinaba: pero allí había un torero genial que sin duda sintió en aquel momento el soplo divino de la inspiración y se descaró con el toro citándole con la muleta en la izquierda y sin desplegarla. Se arrancó el animal y Antoñito le esperó quieto y arrogante y le vació con un soberano cambio a muleta plegada que ahogó la respiración de veintidós mil espectadores. Se revolvió el toro y el artista avanzó un paso, mostrándole otra vez la muleta sin desplegar y en la izquierda y dejando que el novillo metiera la cabeza para desplegarla entonces, lentamente, y tirar de ella con el toro embebido en sus vuelos, para bordar un pase natural inmaculado y ligarlo con otro y con otro y con todos ellos el de pecho, en una armonía de belleza, de plasticidad, de arte genial que solo ese soplo divino de la inspiración es capaz de crear...
Y repitió la incomparable serie desde el cambio a muleta plegada hasta el de pecho; todo igual, con la misma armonía y la misma belleza y la misma grandeza, pero aún más cerca del toro, pisándole más terreno y llevándole más embebido de la muleta prodigiosa. Nuevo asombro y nueva ovación...
Y de nuevo la inconmensurable hazaña. ¡Que emoción, que belleza que cuadro de arte más acabado y más excelso!...
El público asombrado, entusiasmado, pidió la oreja antes de matar. Entró el artista derecho como una vela empitonándole el animal sin consecuencias. Volvió a la carga y pinchó en lo alto y luego colocó media ladeada alargando el brazo con habilidad. Veintidós mil pañuelos flamearon mientras otras tantas gargantas, rotas por la emoción, querían en vano gritar de entusiasmo, pero el presidente no concedió la oreja. Es igual. Aquello quedó allí. Mientras Antoñito daba dos, tres vueltas al ruedo, sonriente, yo sentí una honda emoción pensando que este artista de casta de toreros acababa de escribir la primera página brillante de la historia de la plaza de toros de Madrid, después de 1939, que hasta hoy no la tenía. ¡Salve, Antoñito Bienvenida!
Las Ventas, 9 de abril de 1942. Día de al alternativa. Toros de Miura. Padrino su hermano Pepe. Toro de la ceremonia, “Cabileño”, número 75, cárdeno entrepelao. Tarde con altibajos en su toreo. Momentos buenos y momentos crepusculares. Dio el pase cambiado al miura de su doctorado. Actuación premiada con palmas.
Corrida de la Asociación de la Prensa celebrada en Madrid, la tarde del 2 de julio de 1942, con toros de Escobar y Marzal alternando, en mano a mano, con “Morenito de Talavera”.
Volvió a repetir la hazaña. El quinto toro, de nombre “Solitario”, número 39 es devuelto por cojo. En su lugar salió “Jurdano”, número 54, que fue muy bueno. Antonio Bienvenida dio tres veces, el pase cambiado ligándolo con tres naturales y el de pecho. Faena de muleta extraordinaria de arte y torería. Mató de una estocada en todo lo alto y se le concedieron las dos orejas, dando dos vueltas al ruedo. Ya en su segundo toro había cortado una y en el primero fue ovacionado. Tiene significación la oreja que corta a su segundo toro, “Rondeño”, número 17, porque es la primera que se le concedería como matador en Las Ventas.
El 26 de julio de 1942, se celebra en Barcelona una corrida de doce toros. Seis de don Joaquín Buendía y otros seis de don Ignacio Sánchez y Sánchez –procedencia Trespalacios- para Chicuelo, Nicanor Villalta, Pepe Bienvenida, Manolete, Pepe Luís Vázquez y Antonio Bienvenida. Cartel de tronío.
El toro que salió en duodécimo lugar era de don Ignacio Sánchez y se llamaba “Buenacara”. Bienvenida lo lanceó con arte destacando una verónica de cartel cargando la suerte. Cumplió el toro en el caballo. Ya en banderillas se vio que se vencía claramente por el pitón derecho.
Antonio Bienvenida, con presión por estar integrado en un cartel de esa categoría y habiendo cortado Manolete cuatro orejas y dos rabos; salió con la muleta dispuesto a triunfar a toda costa.
Casi desde el centro del anillo citó con la izquierda, a muleta plegada, para darle el pase cambiado a “Buenacara”; se arrancó el toro ya venciéndose y, en el momento del embroque, no obedeció a la muleta empitonando al torero haciéndole caer a la arena de donde lo recogió y corneándole introdujo en el estómago del matador el pitón hasta la cepa lanzándolo, en el derrote, a más de veinte metros de distancia. Cornada gravísima denominada en el argot taurino de “caballo”.
Quite y trasladado del torero a la enfermería. Durante el mismo pudo apreciarse la impresionante herida que le infirió el toro y que le destrozó el vientre: perdía sangre de forma alarmante. En el argot popular “tenía las tripas fuera”. Quiso la suerte que la cornada se produjera en Barcelona y que jefe del equipo de la enfermería fuera el eminente doctor don César Olivé Gumá que junto con el doctor don José Viñas González y su equipo se dispusieran a atender al torero y a salvarle la vida. Ante la posibilidad de morir le fue administrada la Extremaunción. El equipo médico con inspiración y ciencia consiguió salvar la vida de Antonio Bienvenida que a la sazón tenía veinte años. Durante muchos días los partes facultativos daban el pronóstico gravísimo. Se temía por su vida. Más de dos meses estuvo en cama, soportando curas muy dolorosas, hasta su recuperación total.
Torear de esa manera, arriesgar de esa forma, en los comienzos de su carrera taurina era santo y seña de lo que sería, durante toda su vida profesional, es decir, una figura del toreo y un maestro. Sangre, sudor y lágrimas le costó. Recibió 14 cornadas dos de ellas gravísimas.
Se salvó el hombre; pero ¿y el torero? Hubo comentarios y predicciones de todo tipo de la crítica y afición:
“Una cornada así acaba con un torero; ya no será el mismo; veremos...”.
Don Indalecio (Ramón de la Cadena y Rualla), escritor y revistero taurino, escribió:
“Es el torero más fino, más puro, más clásico, de los salidos de la casa “Bienvenida”. Si un toro, en Barcelona, el año de su alternativa, no le hubiera producido una cornada gravísima, de las que quitan de en medio a un torero, restándolo ánimo para mucho tiempo, no sabemos a donde hubiera llegado. Con los años de vida torera de Antonio Bienvenida, su categoría ya está bien afirmada; su calidad artística es indudable; verle torear un toro a gusto es una delicia; su visión de lo que debe ser un director de lidia es perfecta”.
Pero la casta, el valor, la afición y el amor al toreo demostraron que SÍ se podía sobreponer a tan tremenda cornada. Se trataba de un Bienvenida, nada más y nada menos que del séptimo de la dinastía desde don Manuel Mejías Luján, Bienvenida I.
Vicente Zabala, en su obra “Hablan los viejos colosos del toreo” de Ediciones Sedmay S.A. 1976, comentando la cornada nos desvela la satisfacción del maestro, al final de su carrera taurina, entrevistado en 1973:
“Me cogió muy al principio de mi carrera. No había penicilina...,cuando llegaba a curarme el doctor Olivé Gumá yo me metía un pañuelo en la boca ..., perdí el sitio..., después mi voluntad quería estar delante del toro con tranquilidad, pero la carne que es débil huía; pero a pesar de todo y con quince cicatrices no se salieron con la suya los que me dieron por terminado entonces. He durado treinta años más en el toreo. Por eso estoy satisfecho”.
Su trayectoria está plagada de hechos importantes. Toreó junto al Monstruo de Córdoba en quince tardes. No era fácil estar a su altura, o por lo menos, había que intentarlo. Ferias de importancia como las de Alicante, Murcia, Bilbao, Pamplona y cinco corridas en Barcelona junto con dos festivales fueron el balance de actuaciones en carteles con el diestro cordobés.
Madrid, 24 de mayo de 1944, toros de Manuel González Martín, de Salamanca para Pepe Bienvenida, celeste y oro; Antonio Bienvenida, de azul y oro y Ángel Luís Bienvenida, de rosa pálido y oro. Triunfo de los tres hermanos. Gran faena de Antonio al segundo de la tarde de nombre “Fortunillo”, número 15, negro, de 441 kgs. Corte de oreja a pesar de cuatro pinchazos y descabello. Sobresalió un precioso quite al alimón de los tres matadores. Pepe y Ángel Luís cortaron sendas orejas.
En 1944, el día 18 de julio, es padrino de la alternativa de Carlos Arruza en Las Ventas. Tiene importancia este hecho porque daba la alternativa a una gran figura del toreo, tanto en España como en México, que trataría de hacer competencia a Manolete en las plazas españolas e hispanoamericanas. El diestro azteca salió catapultado hacia la fama en esta corrida pues cortó dos orejas al toro “Melonero”, número 16, berrendo en negro, de 481 kilos, segundo de su lote. El otro espada fue “Morenito de Talavera”. El balance del maestro Bienvenida: ovación en su primero y petición de oreja –no concedida- en su segundo dando la vuelta al ruedo como premio a su labor.
La primera corrida de la Feria de San Isidro – recién creada en 1947 a base de cuatro corridas de toros y una novillada-, celebrada el día 15 de mayo de 1947, cuenta con la participación de Antonio Bienvenida –de rosa y oro- ante toros de Rogelio Miguel Del Corral, con divisa negra y blanca, de Villavieja (Salamanca), alternando con Rafael Ortega, “Gallito” y Manuel Álvarez, “Andaluz”. Su primer toro de nombre “Bravo”, número 24, negro, lucero y calcetero le empitona, durante la faena de muleta, por lo que la corrida quedó en mano a mano entre Gallito y Andaluz. Presidió esta corrida de la primera feria de San Isidro don Arturo Cartier cuya presidencia fue acertada.
El 21 de septiembre de 1947 en las Ventas estoquea, como único espada, seis toros de don Antonio Pérez de San Fernando con divisa grana, amarilla y verde. El maestro vestía de verde y oro su color favorito. Al sexto toro de nombre “Limonero”, número 47, negro, le hizo una gran faena, matando de pinchazo y estocada, por lo que se le conceden las dos orejas del bravo animal. Anteriormente había cortado oreja en su primero y oreja en su segundo. Esta corrida fue benéfica y la organizó la Asociación Benéfica de Auxilios Mutuos de Toreros.
En toda su carrera actuó como único matador, en 10 corridas de toros.
Continua su escalada triunfal y en 1948, participa en la segunda Feria de San Isidro –siete corridas de toros y una novillada- lidiando ganado de don Alipio Pérez Tabernero-Sanchón, con divisa rosa y caña, de Salamanca. Alterna con Raúl Ochoa “Rovira”, dos orejas y Francisco Muñoz, tres orejas. Los toros fueron buenos y bien presentados. El maestro, que vestía de celeste y oro, fue ovacionado en su primero y cortó la oreja del cuarto de la tarde de nombre “Chazarito”, número 33, negro. La faena fue completa, tanto de capote como en banderillas y con la muleta. Mató de una estocada.
San Isidro de 1958, un toro de Juan Cobaleda le da una cornada en el
cuellomientras toreaba en el centro del ruedo. Todos acuden al quite los subalternos y su hermano Ángel Luís que asistía como espectador en el callejón. Camino de la enfermería y, al llegar al burladero de matadores, el torero se niega a entrar en ella, pese a la gravedad de la cogida y, deshaciéndose de las asistencias, pide el estoque de matar y mata al toro. Después, es retirado a la enfermería. Gesto torero y de pundonor.
Importante, fue la corrida -12 toros- del 16 de junio de 1960 en la que se anunció en las Ventas por la tarde como único espada y también por la noche. No pudo terminar la hazaña pues al tercer toro de la noche – noveno en total- hubo de abandonar la gesta por padecer una lesión muscular que le impidió continuar la lidia. Hasta hoy nadie ha intentado imitarle.
Por la tarde lidió toros de Concha y Sierra, Felipe Bartolomé, Buendía, Montalvo, Flores Albarrán y Bohórquez. Por la noche los toros fueron de Graciliano, Alipio Pérez Tabernero, Galache, Antonio Pérez, Sánchez Cobaleda y Garcigrande. No fue posible el triunfo aunque estuvo digno y en torero sin que se le fuera ningún toro bueno pues el ganado resultó mediocre. Solo fueron aceptables los tres últimos de la noche que estoqueó el sobresaliente Mahillo sin éxito.
Entre 1959 y 1965 el maestro Bienvenida, torea un total de 149 corridas de toros.
Año 1966, es la temporada en la que se despide del toreo por primera vez, pues regresaría años más tarde. Alternó en un total de 52 corridas. Las plazas se rendían ante su toreo que, verían por última vez, y le despedían con el cariño que supo ganarse, dentro y fuera de los ruedos.
La ceremonia de despedida y corte de coleta se efectúa en Madrid, encerrándose con seis toros de diferentes ganaderías. En esta corrida se dio el hecho, no frecuente desde 1939, de tocar la banda de música en el tercio de banderillas amenizando el tercio protagonizado por el maestro. Brindó el último toro a su cuadrilla, a su hermano Pepe y al público. Cortó cuatro orejas. Al final de la corrida, Pepe, quien le dio la alternativa en 1942, le corta la coleta en el tercio con mucha emoción en presencia de Ángel Luís situado a dos metros de ambos, vestido de paisano, con una actitud torera que demostraba quien era.
Torear para él era un motivo de alegría, así lo reflejó en una entrevista una vez retirado:
“El toreo siempre ha sido un motivo de alegría porque lo he hecho con una gran satisfacción y con una gran afición y eso produce alegría. Yo creo que dentro de mi personalidad he tenido momentos melancólicos y momentos alegres; pero yo creo que lo importante en mi vida del toreo ha sido la profundidad que he intentado darle a todo lo que he hecho con el toro”.
Cinco años alejado de los ruedos, sintiendo el vacío de las tardes triunfales, de la inquietud ante lo que pueda pasar delante del toro. ¿Lo resistiría el maestro, ya convertido en Antonio Mejías, sin vestir el traje de luces? Cuando se le preguntaba sobre su retirada decía:
“Hace años que dejé de vestirme de luces, que no es lo mismo que irme del toro, porque yo no soy de los que se han ido. Siempre estaré en esto, pase el tiempo que pase, mientras aguante el peso de la muleta y el estoque en la mano”.
A su amigo Vicente Zabala le confesó:
“ Siento dentro de mi un enorme vacío cuando no toreo. No sé lo que va a ser de mí cuando me retire definitivamente de los toros, porque yo preciso, como si fuera una droga, este desasosiego que se experimenta cuando se viste uno de luces. Es algo incomparable”.
Ese desasosiego, esa irrefrenable afición hace que participe en el festival que tuvo lugar en Madrid pro-damnificados del terremoto de Perú, el 12 de octubre de 1970. El maestro Bienvenida, colabora vistiéndose de corto en una corrida benéfica. Alterna con Luís Miguel Dominguín. Durante la lidia se ve en condiciones para reaparecer.
Reaparece el día 18 de mayo de 1971 en la feria de San Isidro. No eligió una plaza cualquiera, ¡Madrid y en San Isidro! Toros de Samuel Flores para Antonio Bienvenida, Andrés Vázquez y Curro Rivera que confirmaba la alternativa. El maestro estuvo en torero y artista. Destacaron cuatro ayudados por bajo magistrales.
Corrida concurso de ganaderías, 30 de mayo, también en San Isidro de ese mismo año. Estoqueó cuatro toros por cogida grave de Andrés Vázquez. Antonio Bienvenida, don Antonio, dirigió la lidia, colocó los toros ante los caballos; hizo quites, clavó banderillas por la derecha y por la izquierda, al cuarteo y al quiebro, en los medios y en las tablas; trasteó con gracia y toreó magistralmente de muleta. Se le concedieron cuatro orejas.
Toros de Victorino Martín, ganadería encastada, 28 de mayo de 1972, en San Isidro. Quite a su picador Curro Reyes que se hallaba en peligro. Magistral, oportuno. Premio al mejor quite de la feria. El público denominó a otro quite del maestro “el del arte” por lo artista que estuvo. Actuó junto a Andrés Vázquez.
Toledo, corrida del Montepío, 15 de julio de 1972, toros de Carlos Urquijo. Alternó con Paco Camino y Niño de la Capea. Dos orejas y rabo. Brindó un toro a Marcial Lalanda que presenciaba la corrida.
Participa, también, en San Isidro de 1974. El fin de su carrera se acerca.
Día 5 de octubre del mismo año. Plaza de toros de Vista Alegre. Toros de Bohórquez. Terna: Bienvenida, Curro Romero y Rafael de Paula. Despedida serena, sin grandes aspavientos. En la memoria de los aficionados dos lances magistrales rematados con media inigualable. Brindó a su hermano Ángel Luís:
“Te brindo este toro porque es el último que mataré en mi vida. Te doy mi palabra de honor que no te haré sufrir más”.
Fueron muchas las veces que actuó en festivales y corridas de toros con fines benéficos. Destacó como Presidente del Montepío de Toreros en cuyas corridas actuó siempre que se lo pedían desinteresadamente. Le concedieron la Medalla de Oro de la citada Asociación. Era miembro de la Orden Civil de Beneficencia condecoración que le fue impuesta el 21 de octubre de 1956 en el Sanatorio de Toreros en una sentida ceremonia. Estaba en posesión de la Medalla del Mérito Civil y la del Mérito Taurino.
Octubre de 1975, día 4, finca de Amelia Pérez Tabernero-Montalvo en los campos de El Escorial. Fiesta familiar con tienta. El maestro quería ver torear a su sobrino junto con unos amigos. Una vez terminó Miguel de torear a la becerra “Curiosa”, le dice:
- ¡Déjala ya!, Miguel, después de otro capotazo dale puerta.
Abierta la puerta que da al cerrado, otra becerra, de nombre “Conocida” que estaba en el campo, se quedó fija sobre la figura del maestro, que se hallaba de espaldas a la puerta y, entrando en la plaza, le embistió por detrás sin que pudieran hacerle el quite. Le propinó una voltereta que a la postre, por las lesiones causadas en el cuello, le llevarían a la muerte. Su entierro se celebró el día 7 de octubre de 1975 en olor de multitudes. Ese día dieron la última vuelta al ruedo de Las Ventas.
“Pienso que un toro me va a partir el corazón, pero siempre respondo a la pesadilla con el ¿qué más da?...
Y mejor morir de una corná que en la M-30”.
José Cubero (Yiyo),1983.
El maestro, prácticamente, murió haciendo lo que le gustaba: torear.
Gerardo Diego le escribió:
“Cambio a muleta plegada.
Vieja estampa, el ayer puro.
¿Quieres la toga o la espada
o este corazón maduro?”.
cuellomientras toreaba en el centro del ruedo. Todos acuden al quite los subalternos y su hermano Ángel Luís que asistía como espectador en el callejón. Camino de la enfermería y, al llegar al burladero de matadores, el torero se niega a entrar en ella, pese a la gravedad de la cogida y, deshaciéndose de las asistencias, pide el estoque de matar y mata al toro. Después, es retirado a la enfermería. Gesto torero y de pundonor.
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