Quito, 19 ago (EFE).- De tradición taurina centenaria, Quito pierde cada año entre 87 y 125 millones de dólares en ingresos turísticos generados por la fiesta taurina, casi apagada tras el referendo nacional que, en 2011, suprimió el tercio de espadas.
Lo asegura el concejal del Distrito Metropolitano, Marco Ponce, también presidente de la comisión taurina de la ciudad, con dos plazas históricas, una de ellas, la Monumental, ya casi en desuso.
"Hay diestros que no quieren venir a torear a la usanza portuguesa. Para ellos es muy importante el tercio de muerte, es como si a Messi le pidieran jugar sin goles...¡Se negaría!", afirma tajante en una entrevista con Efe.
Construida en 1960 con un aforo de 15.000 espectadores, la Monumental es la principal de las dos plazas de Quito, fue inaugurada por Luis Miguel Dominguín y hasta 2011 se jactaba de tener los mejores carteles de toda Sudamérica.
"El aforo se incrementó y con ello llegaron las grandes figuras", recuerda Héctor Racines, histórico comentarista taurino de Quito.
El popularmente conocido como "Don Chicho", apunta que "entonces existía una afición real que gozaba y conocía de toros verdaderamente, no la novelería de ahora".
La segunda plaza, la Belmonte, está unos kilómetros más al sur en el casco histórico, y fue inaugurada en 1920.
"Pasó a ser una plaza añeja con aforo para dos mil personas, perdió mucha importancia y ya era solo escenario para festivales menores o aficionados prácticos", señala el veterano comentarista.
El referendo, impulsado por el anterior presidente Rafael Correa y de aplicación municipal, despojó parcialmente a Ecuador de la fiesta taurina, ya que de 204 municipios, la tradición de matar al toro solo sigue practicándose en 93, principalmente en los Andes.
Quito, donde se celebraba uno de los festejos más importantes del continente, la Feria "Jesús del Gran Poder", fue su principal víctima y, aunque ha intentado seguir la tradición "a la portuguesa", las dos ferias celebradas desde entonces en la Monumental tuvieron muy poco tirón, porque tiene la exigencia municipal de que el cabeza de cartel esté dentro de los primeros diez puestos del escalafón mundial.
Una ordenanza, según el concejal, que dio la puntilla a los festejos porque ningún gran matador aceptaría torear sin matar.
"Se ha perdido el honor de tener la mejor feria de América", lamenta Ponce, para quien la anulación del último tercio ha provocado una huida de aficionados y un grave daño "económico, moral y cultural" para la ciudad.
"Unos 40.000 turistas españoles y franceses llegaban con sus familias para las corridas. Paseaban, compraban y generaban ganancias. La última vez que se realizó un estudio vimos una pérdida de 125 millones de dólares en el mes de diciembre", asegura sobre un informe de grupos protaurinos y empresas del sector.
Otro anterior en el que, hace años, estuvo involucrado el municipio, apuntaba a una pérdida de ingresos de 87 millones.
El referendo castigó así una tradición que se remontaba casi a la fundación de la ciudad.
Las crónicas históricas apuntan a precarios espectáculos taurinos a partir de 1573, si bien no fue hasta finales del siglo XIX cuando se convocó la primera corrida con seis toros y matadores profesionales, que tuvo lugar en la que fue la primera plaza de Quito, en las inmediaciones del parque El Ejido.
Hasta 1960 le seguirían otras cuatro plazas para la fiesta taurina que cautivaba sobre todo a su aristocracia social y económica por el alto costo de las entradas, explica Don Chicho.
En ese sentido, la pompa que rodeaba los festejos pudo convertirse en uno de sus verdugos, porque en el referendo de 2011 muchos votaron en contra como expresión de descontento "social".
Con la Monumental cerrada, las únicas corridas se celebran -sin matanza- en la plaza Belmonte, que en los últimos años ha atraído a matadores como Roca Rey, "El Fandi" y Enrique Ponce.
Detrás de su reactivación están el empresario, ganadero y exmatador José Luis Cobo y el festival "Virgen Esperanza de Triana", que ha ido creciendo de manera notable en los últimos años.
Aunque taurino "no acérrimo", Ponce alberga la esperanza de que la fiesta brava vuelva a sus días de gloria en Quito y apela al actual presidente, Lenín Moreno, para una nueva consulta.
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