la emblemática elegancia de la torería
Es unánime el reconocimiento que se hace de Julio Pérez "El Vito" como una de las grandes figuras de todos los tiempos en el escalafón de plata, en el que desarrolló un verdadero y auténtico magisterio. Con los palos --pocos tan toreros como él--, pero también con el capote, de eficacia probada. Y siempre haciendo con la elegante torería, que hoy mantiene hasta cuando tiene visitar las dehesas revisando corridas para las empresas con las que colabora. / Taurología /
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Para banderillear bien, como el hacía, Julio Pérez “El Vito” siempre ha aconsejado: “Hay que situarse ni muy cerca, ni muy lejos; a uso diez o doce metros del toro. Y cuanto éste se fije en uno, ir hacia él para que sea el toro el que se viene hacia uno. Un poquito antes de la reunión, se saca el par de abajo y se clava en todo lo alto. Cuando por el impacto el animal queda paralizado una décima de segundo, se gira y se sale de su cara, despacito, con arte, con torería”. Con elegancia habría que añadir, como él siempre hizo.
Pero a nadie se oculta que esta explicación aparentemente tan sencilla, resulta luego mucho más complicada de llevar a la práctica, como bien se comprobaba en el hacer diario del torero sevillano, figura como ha sido entre los hombres de plata, hasta colocar su nombre entre los de esa media docena de banderilleros con verdadera historia.
“A banderillear me empezó a enseñar mi padre, que siempre me decía que al toro a ir paso a paso, provocar la arrancada, reunir bien y salir despacio”. Añadamos que tales consejos comenzaron cuando Julio era un crío y se dedicaba a torear a un improvisado carretón en el corralón que había colindante con el almacén de aceites que regentaba su padre en Sevilla. Allí, bajo la atenta mirada de su padre, se iniciaron con Julio nombres como Pepín Martín Vázquez, Antonio Chaves Flores, Manolo Carmona…
Pero este maestro del segundo tercio, que también lo era con el capote en las manos, siempre ha concedido una gran importancia a la preparación física.”Pocos toreros habrá que hayan sido tan atleta como yo. He tenido una preparación física como nadie. He corrido tanto en coche como en moto, he boxeado, en nadado en piscina olímpica, he practicado el salto de trampolín desde los 15 metros, y no sé lo que he pedaleado…”.
A los ruedos llegó con las ilusiones de tantos muchachos de su época. Y aunque no recuerda con certeza si debutó en Ubrique o en Cabeza la Vaca, no se le va de la cabeza que en Ubrique le dieron por su triunfo cinco pesetas y un jamón. Y de seguido, un buen número de novilladas, aunque años más tarde llagara a la conclusión de que fueran menos de las necesarias:”Pronto me di cuenta que la alternativa fue prematura. Noté mucho el cambio del novillo al toro. Visto desde hoy, hubiera sido mejor continuar un año más como novillero. Empezaron a llegar las cornadas, que fueron muchas y fuertes, la peor en Jaén, al entrar a matar”.
De aquella y de otras experiencias posteriores aprendió que “a los toros, incluso a los peores, hay que matarlos en corto, aunque si hay peligro haya que echarse fuera. La cornada de Jaén fue precisamente por perfilarme de largo”.
Y lo dejó, en Barcelona, en concreto. Empezó entonces su andadura de plata, en la que llegó al lugar privilegiado que pocos, muy pocos, llegaron, toreando a las ordenes de las figuras de cada momento. Cuando también sonó la hora de darle descanso al traje de luces, se convirtió en uno de los más expertos veedores de toros en el campo, tarea difícil donde las haya. Pero siempre, con la elegancia misma como seña de identidad, hasta para ir a las dehesas.
Fuente: Las opiniones de “El Vito” han sido tomadas de una amplia entrevista publicada en la revista cultural “Clarín”, en su número de agosto de 2009
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