Por Juan Miguel Núñez Batlles
En el final de dos ferias, la de las novilladas del Zapato de Oro de Arnedo y la de Otoño de Madrid, en la semana que despedimos, ha habido pormenores importantes a tener en cuenta, en lo bueno y en lo malo, o lo que es lo mismo, para el elogio o el reproche.
En Arnedo estuve en el epílogo de su feria, que por lo que vi y me han contado, fue sin duda lo mejor: la novillada de Cebaga Gago, dechado de bravura, además de cumplir escrupulosamente con algo que lamentablemente está fallando mucho, la presencia impecable e imponente. Lo digo sin dar pie a falsas alarmas. "Lo" de Cebada tiene una fachada armónica, nada de exageraciones, en consonancia con la seriedad e integridad que hay que exigir al toro bravo.
Allí se lidió un gran encierro de Cebada Gago, ganadería que llevaba siete años sin anunciarse en este ciclo. Y fue tan bueno el resultado que el cuarto astado, de nombre "Cencerrito", fue designado como el Mejor novillo de la Feria, en tanto el conjunto de esta divisa se alzó con el galardón a la mejor ganadería.
Pero al margen de esta buena noticia, que complementa el novillero Rafael Gonzalez, triunfador del Zapato de Oro en liza, de Arnedo me traje una mala, muy mala impresión, por la escasa asistencia de público.
Una feria otrora brillante en todo, se le va de las manos a la organización.
No sé si es cosa del ayuntamiento o de la Comisión Taurina, el caso es que los tendidos se ven despoblados.
Y voy a poner el dedo en una preocupante llaga: ¿cómo se puede publicitar una feria encargando a la imprenta sólo cien carteles? Cien carteles, me dijeron en el mismo Ayuntamiento, que no dan ni para tres calles.
Por si fuera poco, la entrada más barata para cada festejo era de veintiocho euros. Habrá que hacer algo y pronto para recuperar Arnedo.
Ya en Madrid, en este segundo fin de semana de la feria de Otoño, mucha y notable diversión en el ruedo venteño.
Aunque me gustaría precisar también aspectos a mejorar, como la redacción de carteles, así como la innovación de fotografiar a los toreros con una técnica que los muestra con semblante de otro mundo, como venidos de ultratumba. Y no quiero decir más, porque lagarto, lagarto....
Cuando sacaron el cartel de "la Manola" inspirado en uno de hace casi un siglo de San Sebastián, me alegré. Me gustó. Y le dediqué las correspondientes alabanzas. Pero estas fotos, espantan y no crean afición.
Otro fallo garrafal, anunciar a Ferrera "en solitario". No señor. Ferrera actuó como único espada, pero no en solitario, pues lógicamente le acompañaron picadores, banderilleros y otros que también están en el ruedo e intervienen en la lidia.
Ferrera, único espada, no en solitario. Respetemos el lenguaje, la gramática y la sintaxis.
Algo muy bueno, y vamos ya en positivo, fueron las entrevistas previas del departamento de comunicación de la Plaza con los toreros que actuaban. Y bueno, asimismo, el homenaje de la empresa a Manuel Jesús "El Cid" en la víspera de su despedida de Las Ventas. Un detalle de sensibilidad.
Por cierto, fue impresionante la ovación al Cid al término de su último paseíllo en Madrid. No recuerdo otra igual. Atronadora y estremecedora ovación, con los toreros actuantes destocados y en fila al hilo de las tablas participando en el aplauso con notable satisfacción.
También para el recuerdo la avalancha de jóvenes que acompañó al día siguiente a Antonio Ferrera en su salida a hombros. Tampoco he visto una "procesión torera" con tantos niños y niñas.
Y ya, en el corolario o conclusiones de esta feria, decir que el triunfo de Ferrera ha suscitado elogiosos comentarios, y asimismo una división de opiniones que hay que respetar.
Está claro que con esa manera de torear, variada y enjundiosa, con tantas suertes antiguas como ha desempolvado, se ha hecho ya imprescindible en las ferias de postín.
La respuesta del tendido fue de verdadera pasión........ por tantos detalles de notable torería. Sin embargo, ese triunfo tan claro que brindaron los toros de Parladé (el segundo), Garcigrande (el quinto) y los dos de Victoriano del Río (cuarto y sexto), esa apoteósis que debió plasmarse en el número de orejas cortadas, no llegó.
Falló la espada, qué lastima. Y faltó profundidad en lo que en el toreo se conoce como fundamental, es decir, el toreo a derechas y al natural, que no siempre tuvo el ritmo y la armonía, limpieza y ligazón que dan consistencia a las faenas. Aunque hay que reconocer que hubo lances y muletazos sueltos sencillamente descomunales.
Y entre tanto bullicio y diversidad de pases y a pesar del gesto que tampoco pasó desapercibido de torear a derechas sin la ayuda de la espada, se notó falta de ajuste. No diré que abusó del pico, pero....
En fin, fue la tarde un manojo de pasiones desatadas, y hay que quedarse con lo bueno.
Ferrera pide paso en los carteles de más relumbrón. Y hay que dárselo. Pues menudo espectáculo ofrece.
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