Capítulo aparte merece Emilio de Justo, últimamente recuperado y mejorado hasta su gran actuación de ayer, Venía de triunfar con la corrida de Victorino Martín en Burgos y ayer lo repitió con gran desenvoltura, elogiable disposición, certeros aciertos en la lidia y en la ejecución de las suerte de capa y de muleta y con un sentido del toreo clásico poco común. Cual maestro consagrado. Sorprendente facilidad y esa naturalidad propia de los elegidos. Reconozco que me dejó asombrado. La buena aunque trasera estocada con que mató, dio paso a la concesión de una valiosa oreja.
La trágica jornada no lo fue en el encierro de la siempre temida corrida de José Escolar Gil. Tomó carta de naturaleza durante su lidia vespertina. El festejo fue un puro susto y, en algunos casos, espantoso. La mayor tragedia corrió a cargo del salmantino Javier Castaño, gravemente herido al entrar a matar al cuarto toro de la tarde. No había tenido suerte con el primer toro que se partió una mano en pleno trasteo muleteril. Siguiendo con los sustos, el que sufrió Gonzalo Caballero durante su faena al sexto con el que mantuvo una muy sobresaliente presencia de ánimo. Salvo en su fallo a espadas tras su valentísima actuación con el quinto, lo que le privó de salir a hombros, Emilio de Justo fue el gran y único triunfador de la tarde. Lo de menos fue la oreja que le concedieron. Lo importante fue su muy seria y clásica labor frente al segundo, el único toro franco del envío.
Enorme Emilio de Justo y espeluznantes cogidas de Javier Castaño – muy grave – y de Gonzalo Caballero salvado de milagro
Pamplona. Plaza monumental. Domingo, 8 de julio de 2018. Cuarta de feria con calor y casi lleno.
Seis toros de José Escolar Gil, todos cárdenos, más que serios y con diversas dificultades, salvándose el segundo por su noble manejabilidad. El primero acabó inédito tras romperse una mano. Enseguida rajado el tercero. Repentinamente mejorado el cuarto aunque con un fondo temible. Muy incierto el quinto aunque pareció mejor de lo que fue en las manos de quien lo lidió. Y enseguida peligroso el sexto.
Javier Castaño (rioja y azabache): Tres pinchazos, estocada y descabello, aviso y silencio. Terriblemente cogido y herido al entrar a matar. Acabó con este toro Emilio de Justo de certera estocada.
Emilio de Justo (blanco y oro): Gran estocada, oreja. Seis pinchazos y descabello, aviso y silencio.
Gonzalo Caballero (perla y oro): Pinchazo y estocada, silencio. Buena estocada y descabello, ovación con saludos.
Parte facultativo de Javier Castaño: Herida de 20 centímetros en la fosa ilíaca derecha, de pronóstico grave, con destrozos musculares aunque no afectó a órganos vitales.
Destacó en la brega Marco Galán y en banderillas con notoria diferencia el peón portugués Joao Ferreira.
Como no podía ser menos, los seis toros fueron sobradamente castigados en varas. !Qué menos¡ Solo que, como en tantas e inconvenientes ocasiones, los puyazos se recetaron demasiado traseros. Actualmente, los matadores se lo consienten a sus varilargueros. Años ha, algunos diestros como por máximo ejemploAntonio Ordóñez jamás lo consintió. Cada vez que se castiga a un toro con puyazos traseros, me acuerdo de los gritos del gran maestro de Ronda: “¡¡¡¡ Arriba, arriba, arriba…!!! En fin…
El suceso de la tarde fue la espectacular por pavorosa cogida y grave cornada que sufrió Javier Castañoal entrar a matar al cuarto toro de la corrida. Lo había recibido por limpias verónicas y enseguida abierto en la faena de muleta, el burel tardeó, gazapeó y se quedó muy corto en sus altos viajes. Apenas posible por el lado derecho, resultó imposible por el izquierdo. Así y todo, nadie imaginó que el bicharraco iba a desarrollar certero peligro en la suerte de matar. Desgraciadamente, alargó el cuello y cogió de lleno en terrible agresión a Javier, que desmadejado fue conducido muy de prisa a la enfermería. Hoy en día, enseguida recibimos pantallazos de televisión en los teléfonos móviles. La escenas del percance fueron aterradoras por sí mismas. Por pura fortuna de Dios, luego supimos que la gravedad del percance no fue tanta como creímos lo sería en un principio. Nos santiguamos… Un milagro a la postre. Castaño apenas pudo hacer algo y poco con el primer toro que, durante el último tercio, enseguida se rompió la mano izquierda quedando prácticamente inédito tras parecer manejable por el lado derecho.
Capítulo aparte merece Emilio de Justo, últimamente recuperado y mejorado hasta su gran actuación de ayer, Venía de triunfar con la corrida de Victorino Martín en Burgos y ayer lo repitió con gran desenvoltura, elogiable disposición, certeros aciertos en la lidia y en la ejecución de las suerte de capa y de muleta y con un sentido del toreo clásico poco común. Cual maestro consagrado. Sorprendente facilidad y esa naturalidad propia de los elegidos. Reconozco que me dejó asombrado. La buena aunque trasera estocada con que mató, dio paso a la concesión de una valiosa oreja. Intentó y hasta logró repetir la hazaña frente al pavoroso quinto y echó el resto en su faena, salvando todas las dificultades que tuvo este animal. Gazapeó por el lado derecho y, por el izquierdo, Emlio tuvo que tirar de un intachable valor para sacar – mejor decir robarle – meritísimos naturales al marrajo. No contento con ello, Emilio se empeñó en terminar otra vez por el lado derecho y lo consiguió. Tenía otra oreja sobradamente merecida en la talega y, por tanto, asegurada su salida a hombros por la puerta grande y, vaya por Dios, falló a espadas repetidamente. Una pena. Pero ahí habían quedado las soberenas maneras de este torero que tiene el empaque natural de los más grandes.
A Gonzalo Caballero se le rajó pronto el tercer toro tras haberse templado en sus cortas intervenciones con el capote. No hubo nada más que destacar hasta que lo mató de pinchazo y estocada. Pero con el pavoroso sexto, Gonzalo echó el resto.
Incluso tras ser dramáticamente cogido de lleno en otra escena tan terrible como la que habíamos visto conCastaño en el cuarto. Por fortuna de Dios, la cogida no llegó a mayores y Gonzalo llevó a cabo una faena repleta de presencia de ánimo. Anduvo echo un tío, vamos… hasta matar de estocada y descabello. Salió de la plaza con su cara arriba. No había sido para menos.
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