martes, 10 de marzo de 2020

Puntualizaciones al empresario de Sevilla

Por Juan Miguel Núñez Batlles

No es la primera vez (y me temo que no va a ser la última) que me ocupo de los errores de un empresario, por las injusticias que suelen acarrear, en este caso del gerente de la plaza de toros de Sevilla, que hace unos días presentaba los carteles de su Feria de Abril con un discurso de autoalabanza, sin que nadie le saliera al paso para decirle los fallos e incluso apuntarle las posibles soluciones.

No hubo críticas, ni siquiera algún comentario con pátina de tibieza, quizás por temor no sé si a perder la acreditación para ver las corridas. El pase de prensa  cautivo. Qué pena.

 Así se despachó Ramón Valencia con unas declaraciones, que a mí personalmente me parecen  insultantes, de una absoluta falta de rigor con la tarea de empresario y el compromiso con el público y la afición que finalmente irá o no a la taquilla.

Qué poca vista comercial: la escasa importancia que le da Valencia a su clientela.

Su discurso es poco o nada convincente. Pues advierte que hay que aumentar el número de abonados para hacer rentable la feria -su feria-,  aunque sigue instalado en el aburrido sota, caballo y rey. O el más de lo mismo, que en los últimos años son como una maldición en los planes de monotonía que imperan en la gestión de la agraviada Maestranza.

 Y todavía pretende que haya una buena respuesta de público. ¿Sin contar con el toro?, le pregunto. ¿Pero qué es eso de cuatro ganaderías a dos tardes cada una, para excluir a otras tantas, cuando el aliciente fundamental de la corrida es el toro?

Cuatro de más, para cuatro de menos, conviene denunciar. Y vaya por delante que no tengo nada en contra de Juan Pedro Domecq, Victoriano del Río, Garcigrande y Núñez del Cuvilllo, que son las que harán doblete. Las cuatro, mismo encaste. Cuatro hierros preferidos por las figuras, y ya no digo más, que por algo las eligen, en tanto excluyen otras divisas con notables exponentes de trapío y bravura.

El año pasado, la ganadería del Conde de la Maza, entera al matadero. Y nadie puso un grito en el Cielo. Todos sin excepción, hombres de pluma y micrófono, encogidos.

Estos días se ha informado de que Álvaro Domecq ha vendido la finca "Los Alburejos" donde pasta Torrestrella, su histórica divisa. Dice don Álvaro que hay toreros -los que mandan- que sólo quieren matar tres o cuatro hierros, siempre los mismos.  Y le ha faltado precisar que hay empresarios -el caso de Ramón Valencia- que se pliegan a esas exigencias. De modo que también para él sólo existen esos tres o cuatro hierros, y a las pruebas me remito.

De toreros, no voy a objetar ningún nombre de los que conforman los carteles.
Respeto a todos, pues todos los que sueñan y tienen una cita a las cinco de la tarde en día de corrida, merecen la máxima consideración.

¿Pero no es verdad que antes de cerrar las combinaciones, debió considerar el empresario, por ejemplo, el nombre de Rafaelillo?

Porque debía estar el pequeño gran Rafael Rubio, "Rafaelillo", en la feria de Abril. Uno de los heridos más preocupantes de la pasada temporada, que cayó en Pamplona ante un imponente "miura", ahora merecía estar en los carteles de la capital andaluza, con toros de Miura, o de otro hierro. Ay, Sevilla se va a perder la oportunidad de homenajearle en su vuelta a los ruedos tras un año sin torear por aquel percance.

Otro patinazo gordo, la exclusión del rejoneador Diego Ventura.

Me consta que Ventura ha ofrecido toda clase de facilidades para actuar en Sevilla. No obstante, el empresario se instaló en la cláusula más imposible, obligándole a abrirle plaza al hijo de su eterno rival.

Tantas veces no quiso Pablo Hermoso verse las caras con él, y ahora pretende ganarle la partida con una maniobra más de despacho. Y Ramón Valencia, qué poca vista, traga el despropósito.

Finalmente, Ureña.

Lo de Paco Ureña, chorrea.

¿Otra maquiavélica maniobra del poderdante del empresario,  Roca Rey,  que torea muy a gusto con todos, menos con los que le pueden pisar la manguera…?......

A Pablo Aguado hubo que buscarle acomodo fuera del Domingo de Resurrección. Y Ureña, el máximo e indiscutible triunfador de la pasada temporada, no está en la feria.

Ureña,  ahora mismo, el torero más querido, respetado y valorado por los públicos, por su pureza y verdad; y de paso -por idénticas razones-, el torero más temido por las llamadas figuras (figurones en casos así).

Aplíquese el cuento el empresario, aunque nadie de pluma o micrófono le haya cantado las cuarenta como se merece. Y calcule los abonados que va a perder este año.



 De nada le va a valer que alguna prensa le diga poco o nada. La prensa, a la vista de tanto encogimiento, ya no cuenta. Qué pena. Prensa, no sé si independiente, pero, desde luego, nada valiente. 

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