Por Juan Miguel Núñez Batlles
Artistas de todos los frentes del arte y la cultura -del toreo también- se han quedado un poco, o bastante, huérfanos con la muerte, hace unos días en Madrid, de Gregorio Escamilla. Goyo Escamilla, como entrañablemente se le conocía.
Quijote de la hospitalidad. Nostálgico de lo clásico y emprendedor de futuro. Propietario del Gran Café Gijón, el establecimiento fundado en 1888 -ya con más de 139 años de existencia- que se encuentra en el madrileño Paseo de Recoletos, entre las Plazas de Cibeles y de Colón.Goyo, como la mayoría de sus clientes, era un bohemio, bienhechor de la vida sociocultural madrileña, que es como decir de la España de la retórica y la intelectualidad que confluye en la Villa y Corte en busca de su oportunidad al estrellato.
Y de tal forma, que por el establecimiento han pasado -encontrando cobijo- representantes de todas las vanguardias, fundamentalmente de la literatura; y del toreo también.Una lista interminable que tiene que ver con el arte de Cúchares. De Juan Belmonte a José Tomás, pasando por muchos y notables actores en el ruedo. Biógrafos y ensayistas, novelistas del tema... y tertulianos.La tertulia taurina más moderna (todavía activa), la de los Amigos de la Dinastía Bienvenida.Goyo Escamilla y su familia -sus hijos- han procurado que las sillas y veladores del Gijón sean también magnífico aposento de lo taurino.Y además, al Gijón acuden muchos ciudadanos de a pie. Me lo recordaba Pedro Mora, antiguo director gerente del Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid, uno de esos políticos buenos y competentes que todavía existen en España: gentes anónimas, que simplemente van por allí a respirar cultura y libertad. Tiene razon Mora.Porque Goyo (Gregorio Escamilla) les dio su sitio a todos. Y por eso, ahora, en su muerte, nuestro agradecimiento y homenaje. D.E.P.
No hay comentarios:
Publicar un comentario