La naturalidad en su máxima expresión. No fue nunca figura, pero siempre torero
"...que necesito relajarme en casa cuando veo esta fotografía que les muestro y que está colgada junto a mi escritorio. Hay en ella ese misterio que atrapa, ¿cómo es posible sentirse así de natural ante un toro? eso es naturalidad… y todo lo demás..."
¿QUÉ QUIEREN QUE LES DIGA?
Antolín Castro.-
España
Apenas pasadas unas pocas horas del año nuevo quiero escribir mi columna semanal y ¿qué quieren que les diga?
Podría hablarles de deporte, de política, religión, música, fiestas… pero de la Fiesta, de nuestra Fiesta… ¿qué quieren que les diga?
Me gustaría, por supuesto, decirles que hay indicios de que todo va ir a mejor, que se nota una reflexión de los que ostentan el poder del negocio taurino, que los ganaderos dejarán de ir a remolque de las llamadas figuras, que el toro saldrá a las plazas sin haber sido visitado en la finca por nadie, que los toreros dejarán de hacer como que hacen para hacer el toreo auténtico, que dejarán que fluya -el toreo- en lugar de simularlo o adulterarlo, que…
Que me gustaría poder decirlo, pero que las dudas no me asaltan, sino que ya las tengo instaladas de forma perenne. Les puedo contar que durante el tránsito de un año a otro, cuando las 12 uvas, pensaba en esos doce toros de las encerronas anunciadas y que al llegar a siete me entró la risa y se me salió todo el jugo de las uvas, para dentro y para fuera, y casi me ahogo o pongo perdido el vestido de mi esposa. Y me dio por pensar, recién acabadas las campanadas, y en mi próximo artículo… ¿qué quieren que les diga?
Ningún año me ha pasado algo así, se lo juro, pero entre toses y una risa burlona, que se me escapaba por la comisura de los labios, logré acabar el rito de fin de año y me dije ¿a quién se le ocurre pensar estas cosas en este momento?
Poco más tarde, ya metidos en 2013, en un tiempo muerto entre los besos y abrazos del nuevo año, el cava, las llamadas telefónicas de familiares, la música y los turrones, di con la fórmula para que ustedes, que me aguantan un año más, pudieran leer algo que mereciera un poco la pena en mi primer contacto del año.
¿Qué quieren que les diga? Pues es muy sencillo, se lo voy a decir. Quiero decirles que el toreo es eterno -se suele decir- pero que el que presenciamos últimamente es un tostón. Que el toro que vemos, también últimamente, es digno de las películas de Walt Disney o, lo que es lo mismo, nada tiene que ver con el que hizo que la Fiesta alcanzara las cotas de respeto que llegó a tener.
Que me gustaban mucho más los cronistas taurinos de otras épocas que los que hoy juntan palabras, frases y líneas para, sin decir nada, nos veamos abocados a mirar solo las fotografías o los videos de las figuras. Aquellos, los había de toda índole, incluso de los famosos del sobre, pero tenían capacidad e imaginación para contarnos lo sucedido. Los análisis y las críticas -eran imprescindibles- nos ayudaban a descubrir pormenores, hoy te atizan ese video o una galería y allá te las apañes solo. Eso sí, previamente te han dicho que todo fue cumbre y por la retina quedas adoctrinado para que lo que veas lo asocies con el éxtasis. Antes había que mojarse un poco, aunque a muchos se les viera el plumero. Era otra cosa… mejor.
Hoy te hablan de valor donde solo hay riesgo por si se te cae encima el inválido, te hablan de poder donde hay que sostener al que no se tiene de pie, te hablan de gestas donde solo hay apariencias, te hablan del no va más cuando es siempre el no va menos -a la inversa del circo- o te hablan de naturalidad donde hay y aparece la afectación, cuando no el retorcimiento.
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Opinión y toros
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