Por Paco Cañamero
A Juan Cabello "El Brujo" es imposible imaginarlo lejos del Niño de la Capea. Más allá de ser su peón de confianza durante cerca de dos décadas fue su sombra, su consejero, su motivador, el que le arreaba cuando llegaba una tarde que se ralentizaba el motor del empuje y el estímulo. Ahí, en las filas El Niño de la Capea logró convertirse en un grandioso torero de plata; sin arte, pero con mucha capacidad; sin exquisiteces, pero con contundencia. Torero de valor y completo tanto con el capote como con los palos, siempre estuvo a la altura de tan gran maestro. Porque él tuvo mucho que ver para que El Niño de la Capea fuera lo que fue, sin faltarle nunca la palabra de aliento cuando era necesaria, siempre sincera y lejos del rosario de halagos que suelen recibir las figuras.
El Brujo disfrutó la profesión en todas las plazas de España, Francia y América en las que dejó un reguero de amistades y admiración, como ocurrió en Lima, Quito, Caracas, México… o en todas las ferias de España, siempre con su nombre rodeado del respeto entre los profesionales, sabedor quien supo prender en Pedro Gutiérrez Moya la mecha de la motivación para ser una torero tan grandioso.
Hombre ameno en la calle y excelente aficionado, primero buscó el éxito como matador de toros (con modesta alternativa el 15 de agosto de 1967, en Ibiza de manos de Juan Muñoz), etapa en la que llega a Salamanca y ahí es donde ya se instala para siempre. Donde ve crecer a sus hijas y se considera uno más entre esas gentes, las mismas que tantos aplausos le dispensaron. Con El Niño de la Capea estuvo hasta septiembre de 1998, cuando el maestro charro se retiró del toreo en tarde de emociones donde brindó su último toro, de nombre Borrascoso (de la ganadería de Joaquín Buendía) a su entrañable peón de confianza, junto al que dio dos vueltas el ruedo entre gritos de ¡torero, torero! que se escuchaban hasta más allá del Puente Romano.
Hoy, con la perdida de Juan Cabello "El Brujo", a los 75 años de edad, se pierde a un personaje fundamental en el engranaje del mundo taurino durante las décadas de los 70 y 80, quien siempre supo asimilar su rol para aupar a El Niño de la Capea a ser un torero de época.
Informa: Aplausos
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