lunes, 4 de febrero de 2013

EL PANA.....ETERNO.



Rodolfo Rodríguez El Pana

Plá y Ventura
El Pana ha sobrevivido a todo, de ahí que ahora le conozcamos como el torero eterno. Rodolfo Rodríguez González, aquel ciudadano tlaxcalteca, pasados los años sigue siendo tan enigmático como el primer día que le conocí. Diferente, iconoclasta, mágico, bohemio, soñador, artista… yo diría que único en su gremio, justamente, el segmento de gentes capaces de hacer felices a los demás. ¿Cabe más gloria dentro de un ser humano?

Como él mismo confiesa, el pasado año tuvo momentos de verdadera angustia y no precisamente por culpa de los toros; una enfermedad estuvo casi a punto de llevarle hacia dónde iremos todos, pero no queremos ir nadie. Un año nefasto como él dice pero que, tras su intervención quirúrgica, ha quedado como nuevo; tenemos una nueva versión de El Pana pero, según sentencia del propio diestro, corregida y aumentada.



"... Estoy fantástico. Estaba de Dios que me recuperaría por completo; sí, pasé fatiguitas en el hospital; por momentos lo vi todo muy negro; me veía ya estiradito partiendo para allá… hacia el Rancho de los Callaitos..."
EL PANA… ETERNO

¡¡¡¡Buenooooooo¡¡¡¡¡ Es la expresión que oigo tras marcar el número de la casa de El Pana.

-Maestro, ¿cómo está? -Y sin dejarme hablar responde El Pana-

Mano, qué alegría; ¡pero si es el españolísimo Pla Ventura! Oye, -sin dejarme mediar palabra me dice- muchas gracias por todo lo que de mí has escrito, justamente, lo que certifica que sabes del arte tanto como yo.

-Le preguntaba cómo estaba de su salud.

Fantástico. Estaba de Dios que me recuperaría por completo; sí, pasé fatiguitas en el hospital; por momentos lo vi todo muy negro; me veía ya estiradito partiendo para allá… hacia el Rancho de los Callaitos.
-Sí, maestro. Le confieso que desde España éramos prisioneros por la incertidumbre que teníamos sobre su persona; es decir, por momentos no sabíamos nada y podíamos sufrir por usted.

Algo que te agradezco muchísimo. Yo sabía que tú sufrirías, como todo el gran equipo de vuestra revista OyT, ¿se llama así? Como te digo, a Dios gracias estoy muy bien, la prueba no es otra que lo ilusionado que estoy. Pero como quiera que El Pana quedó atrás en toda la actual tecnología, por ser cómo soy, no podía comunicarme con nadie; yo podía manejar eso del correo electrónico que llaman, pero prefiero las cartas manuscritas para mis amigos. Dame tu datos que mañana mismo te escribo para agradecerte todo.


-Le digo, maestro, que al ver el video de su actuación en Arandas, en aquel momento, mucho me temo que todos los aficionados españoles, los que amen al toreo y su bohemia, como a mí me sucediera, al verle tan rotundo en aquel éxito, eso nos congratuló a todos, a mi el primero.

Yo soy el que estaba dichoso porque me vi con fuerzas, con sentimiento para afrontar el primer compromiso tras mi enfermedad y, repito, me sentí el más afortunado de los mortales.

-Maestro, tengo una curiosidad, veo por ahí en algún que otro cartel que se anuncia como la despedida de El Pana. ¿Se retira ya usted para siempre?

No, mi chamaco. A mí me retirará Dios cuando no me queden fuerzas, mientras tanto seguiré en activo porque mi vida ha sido todo un milagro. Supongo que tal eslogan lo colgarán como medio publicitario, porque yo estaré en los ruedos hasta que Dios quiera.

Siempre torero y diferente

-Habla usted de milagros y, durante muchos años le arrinconaron para que usted se derrumbara poco a poco y, de tal modo, que no “molestara” nunca más al toreo de México. Siendo así, ¿a qué le llama usted milagro?

Hay que ser consecuentes con la vida, agradecidos con Dios, sencillamente porque me permitiera torear aquella tarde de mi “despedida” que, en aquel momento cambió el curso de mi carrera, en definitiva, de mi vida toda. Luego, durante todos estos años que han seguido, al margen de la enfermedad que he tenido, todo han sido logros, éxitos, festejos; todos los días he tenido un motivo que celebrar. ¿Cómo no hablar de milagro?

-¿Cómo recuerda la tarde en La México en que toreó mano a mano con Morante de la Puebla?

Esa fue otra de mis tardes memorables; todo se estaba viviendo para que, otra vez saliera en hombros de la plaza porque aquello estaba tomando un vuelo muy alto, pero me infirió el toro una grave cornada y, salí en hombros, para la enfermería, pero la cuestión era no salir por mi propio pie.

-¿Duelen las cornadas, maestro?

Mas que doler yo diría que son las medallas que nos colgamos los toreros para diferenciarnos del resto de los mortales. Aquello que decimos de regar el ruedo con nuestra sangre, en nuestro caso no es una metáfora, es una verdad que nos hace diferentes ante los demás seres de este mundo.
-¿Siente, maestro, ahora mismo, que está viviendo ahora de la leyenda que El Pana supo forjar?

No, de ninguna manera; leyenda es lo que queda tras la consecución de unos hechos ante lo que ha sido un individuo en su quehacer en la vida. No soy leyenda, soy la más latente realidad en los ruedos de México.

-Si en España el maestro Frascuelo nos sorprende con su actitud tan torera y tan real, usted es el icono perfecto en México; detuvo el tiempo, los años no han pasado y usted sigue tan ilusionado como si fuera un chamaquito que empieza ahora su carrera. ¿Se llama fuerza lo que usted tiene?

Más que fuerza yo diría que es una ilusión inmensa la que me invade dentro de mi ser para afrontar cuantos retos se me pongan por delante. Fíjate que, no sé si será otra de mis locuras, pero estoy entrenando para volver a poner banderillas; es una suerte que me fascina. Estoy fuerte, tengo salud y unas ganas inmensas de seguir dando la batalla en las plazas de toros.

-Incluso en La México que, según he podido saber, se les espera a usted con auténtica veneración. ¿Para cuándo su presentación en esta temporada en la plaza de sus sueños?

Me ha contado mi apoderado que la empresa pretende incluirme en alguno de los carteles de la segunda parte de la temporada, algo que me hace muy feliz.


-Ese coso que llenó usted completamente en cinco ocasiones en su época de novillero. ¿Cómo recuerda aquel hito histórico de su parte?

Sin duda como lo más bello que me ha sucedido en mi carrera; claro que, después de aquella apoteosis, el toreo de México se me echó encima y los que mandaban por aquella época lograron eclipsarme porque se presagiaba que yo podía ser un gran peligro para todos.

-O sea que, de novillero ya acobardó usted a todo el mundo, de ahí los vetos a los que le sometieron…

Se asustaron, esa es la verdad. Me tomaron por un loco y todos me vetaron. Confabularon empresarios y toreros para arrinconarme y, en honor a la verdad, hasta lo consiguieron durante muchos años. Me aburrieron, me asquearon; lograron que me hiciera adicto al alcohol para mitigar mis penas; arruinaron mi vida. Pero lo que ellos no sabían era que, aunque un poco tarde, Dios se acordó de mí y me preparó aquella “despedida” para que resurgiera como nunca y que por fin, los públicos mexicanos pudieran conocer la verdadera dimensión del Pana.

-¿Qué sabor tiene el fracaso, maestro?

Muy amargo, mi cuate; y mucho más si este te lo propician; es decir, si te enfrentan a toros que sabes de antemano que no te van a embestir; es lo que se llama el fracaso premeditado; porque si uno fracasa por no acertar, eso se olvida pronto, pero que te asignen el fracaso como estigma, eso es muy doloroso. Claro que, para dicha mía, lo que vive dentro de mi ser son los éxitos que, definitiva han hecho felices a todos de mis partidarios.

-Sin duda maestro, por lo que he podido ver y saber, es usted un auténtico icono del pueblo; hace usted el paseíllo y el run run que se forma es digno de estudio. Ahora, Rodolfo, todo juega a su favor, ¿verdad?

Yo creo que es mi sinceridad, mi verdad la que ha calado en el sentir de los aficionados; ellos me saben uno más de ellos mismos, razón por la que se identifican conmigo, como yo me identifico con todos. Digamos que hemos formado un buen matrimonio entre el torero y los aficionados.

-Al hablarme del matrimonio, maestro, ¿cómo anda usted de amores?

Si hablamos de amores matriarcales, mal; bastante experiencia tuve con la gringa. Pero el amor es amplio, grande, eterno… amor, todo huele a amor en mi vida. Amo a los míos, con mi viejita al frente, amo a la vida, amo mi profesión… todo en mi es una conjunción de valores auspiciados por el amor.

-Tras tantísimos años en el toreo, maestro, ¿qué le queda por hacer?

Muchísimas cosas porque los soñadores no paramos; nos alimentamos de los sueños para que éstos, a ser posible, se hagan realidad. Ahora mismo, aunque me sigan tachando de loco, sueño con confirmar mi alternativa en Madrid, en Las Ventas; en ir a esa España vuestra a la que tanto amo.

-Y estoy seguro que los aficionados españoles le recibirían con mucho agrado puesto que, aquel 29 de febrero de 2009, en Vistalegre y con Morante, aquello no terminó de cuajar. ¿Qué pasó, maestro?

Sucedió algo que pasa muchas veces en los toros; la corrida era de total garantía y no sirvió como esperábamos; repito que, eso ocurre muchas veces. Posiblemente mi persona había despertado mucha expectación y, tenía que resolver todo en una tarde; no pudo ser y, por lo visto, los empresarios se rajaron. Es decir, no hubo continuidad, por tanto, no tuve oportunidad para explicar en España quién era El Pana. Confío en Dios en que pueda ser este año, ante todo poder actuar en Madrid y algunas plazas más, sería maravilloso.

-¿Siente ahora, maestro, que ya está por encima del bien y del mal?

Sí, porque ya pasó la época de la rebelión; ahora siento el respeto de todo el mundo, algo que me hace feliz y, lo que es mejor, los años han servido para que no quede rencor dentro de mi ser para con nadie. Ahora, amigo, Rodolfo Rodríguez señorea junto al Pana para que, juntos formemos ese binomio artístico para hacer felices a los demás.

-La dicha es contagiosa, ¿verdad?

Sin duda alguna. Yo salgo ahora a torear y, desde el primer momento, la gente palpa mi felicidad y de pronto todos se contagian, de ahí la empatía que tengo con los públicos, el alborozo que se forma cuando me ven en el patio de cuadrillas que antes comentábamos.

-Tengo una curiosidad de la que quiero que usted me aclare; es significativo que, usted, un artista genial, jamás se haya puesto un terno bordado en oro, como la totalidad de todos los diestros del mundo. ¿Cuál ha sido el motivo, maestro?

Muy sencillo, mi cuate. Yo vengo de unos ancestros muy humildes de la sociedad mexicana; fui barrendero, vendedor de periódicos, panadero, enterrador… profesiones muy honradas y humildes, de ahí que siempre quise vestirme de la forma más sencilla del mundo, para recordarme a mí mismo de donde vengo y no equivocarme jamás de camino.

-O sea que, los lujos no van con usted, ¿verdad?

Si mi vida ha sido un modelo de sencillez, hasta usar un sarape en vez de un capote de paseo, mis actitudes son las que siguen demostrando que soy uno más, un hijo del pueblo y para el pueblo.

Si un pase suyo ha quedado inmortalizado es este: El trincherazo

-Dicen, maestro que de artistas y de locos todos tenemos un poco. ¿En qué apartado se encuadra usted?

No es que yo esté loco; eso querían, hacerme pasar por loco. Pero la vida les ha demostrado a todos que, El Pana, en la persona de Rodolfo Rodríguez, habitaba un artista que ha hecho felices a los demás.

-Estoy con usted en que Dios es justo. Imagínese que, cuando ya parecía que todo estaba perdido, más tarde se dieron cita en usted unas circunstancias que le han inmortalizado para siempre; la estatua de su persona en Apizaco y, cómo no, el bautismo de su plaza como, Plaza Monumental Rodolfo Rodríguez El Pana. No todos los matadores pueden decir lo mismo, maestro. Muchos de los que le vetaron a usted hace muchos años no han tenido semejantes logros, ¿verdad?

Por eso dije siempre que Dios estaba conmigo. Lo mío, como antes dije, está todo sustentado por los milagros; mi vida, si se analiza, en nada tiene que ver con el resto de los mortales. Dentro de todas las desdichas que la vida me ha otorgado, al final he sido un triunfador en todos los órdenes. Hice bueno el aforismo de los gitanos que no quieren buenos principios, sino buenos finales y mi persona es referente de todo lo que digo.

-¿Qué pasaría, maestro, si mañana un toro le arrancara la vida?

Sencillamente, que el toro habría cumplido con su deber que, como está establecido, el toro, su misión no es otra que acabar con el torero, razón de las innumerables cornadas que adornan mi anatomía. Es cierto que, la inteligencia del hombre es la que suele domar a la fiera, ganarle la batalla y, a ser posible, crear la obra bella frente al enemigo. Pero jamás debemos olvidar que la función del toro es acabar con el torero y, en mi caso, si yo fuera la víctima, como otros artistas que me precedieron, quedaría inmortalizado para siempre y, sería entonces cuando se forjaría la leyenda del Pana.

-Y lo dice usted tan feliz, tan contento…

Es que no creo que exista otra forma más correcta de explicarlo. Lo digo con toda la naturalidad del mundo porque, por culpa de los toros, algunas veces he visto la cara de San Pedro, y menos mal que el santo era indulgente y me dejaba volver.

-Deduzco, maestro, que no queda odio en su ser, no queda resquemor para con nadie. Al final, hasta sospecho se va a quedar usted hasta sin enemigos. ¿Qué le parece?

Alguno es posible que quede por ahí agazapado; pero me temo que ya nadie dará la cara como tal. Tampoco es el momento, total, ¿para qué? Pensarán ellos. He cubierto una etapa importantísima de mi vida, los años han pasado para que ahora, como me sucede contigo, pueda hablar de mis éxitos, de lo generoso que ha sido Dios conmigo. ¿Qué más puedo pedir?

-¿Cree usted que, esa cercanía que tiene usted con el pueblo es lo que le ha granjeado la simpatía que goza dentro de los ruedos?

No se puede ser de otra forma; un artista tiene que estar en constante conexión con su público, algo que yo hice siempre, hasta cuando el poder fáctico de México quería impedirme a toda costa que triunfara.

El Pana, de torero o de calle, siempre genial

-Sí, maestro, a perseverante no creo que le gane nadie, ¿cierto?

Es mi manera de ser, la gracia que imprimió mi señora madre en mi persona para que Rodolfo Rodríguez sepa caminar por el mundo sin la asistencia de su “compinche” llamado El Pana.

-Llevamos un buen rato conversando, ha sido todo tan agradable, maestro, que tengo la sensación de que el tiempo no ha pasado. ¿Quiere decirnos alguna cosa más?

Mi gratitud hacia todos vosotros, vuestra casa de Opinionytoros que, el trato que me disteis siempre, ya lo querrían todos los mexicanos. Que Dios os bendiga a todos, especialmente de la forma que me ha bendecido a mí. Siempre vuestro, amigo Pla Ventura.
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Opinión y toros

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