FRANCISCO FRANCO |
Por: Alfred Lopez - Al igual que sucediera con la instauración de otros sorteos, la Lotería del Niño llegó por un afán recaudatorio por parte del Gobierno de Francisco Franco, quien tras haber salido de la terrible Guerra Civil decidió poner en marcha una nueva lotería con la esperanza de recoger más dinero destinado a las arcas del Estado.
Como fecha de celebración de ese nuevo sorteo se pensó en la simbólica fecha del Día de Reyes, para que fuera el primero que se realizase recién inaugurado el año nuevo. Al tratarse de un día festivo se escogió el día previo (5 de enero) ya que por aquel entonces en los días marcados como fiesta religiosa (como era el caso) no se permitía ningún tipo de evento especial ni celebración que no fuese estrictamente de carácter religioso. No fue hasta el año 2000 en el que se trasladó el sorteo al día 6, tal y como viene celebrándose desde entonces.
La popularidad que por entonces ya tenía la Lotería de Navidad y la esperanza de todos los españoles en que les tocase el premio ‘Gordo’ propició que todos aquellos que no fueron agraciados en ese sorteo se volcasen a jugar en siguiente que se celebraría dos semanas después y que inauguraba el año.
El primer sorteo de la Lotería del Niño se celebró el 5 de enero de 1941 y éste fue en un principio instaurado como ‘sorteo ordinario’, al igual de los que se realizaban durante el resto del año, a excepción del de Navidad.
El precio de cada décimo fue de 15 pesetas (0,09 céntimos actuales) y el primer premio fue de 50.000 pesetas al décimo (300 euros actuales). El número agraciado del primer Sorteo del Niño fue el 23.594 y fue a parar a la provincia de Sevilla. Hoy en día, siete décadas después cada décimo cuesta 20 euros y el premio gordo está dotado con la friolera de 200.000 euros.
La compra masiva de lotería, por parte de los españoles ansiosos por tener una segunda oportunidad de ganar un buen pellizco y así encauzar bien la dura cuesta de enero, hizo recaudar al heraldo público la importante cantidad, neta y tras el pago de premios, de 7.700.300 pesetas (46.279,74 euros actuales) replanteándose el cambio de modalidad y convirtiéndolo al año siguiente en un ‘sorteo extraordinario’ asignándole un premio de mayor cuantía.
1942 fue el primer año en el que se le dio carácter de extraordinario al sorteo, convirtiéndose en esa segunda oportunidad para miles de personas que depositaban sus sueños y esperanzas de salir de la pobreza tan presente durante los duros años de la postguerra. En esta nueva modalidad de sorteo el décimo adquirió un precio de 25 pesetas (0,15 céntimos).
El sistema de sorteo en sus inicios se realizaba con dos bombos, del mismo modo que se hace en el de Navidad (un bombo con todos los números en juego y otro con los premios a repartir). Pero a partir de 1962 se cambió al método moderno o de bombos múltiples, tal y como se ha conservado hasta la actualidad.
En el primer Sorteo del Niño no existía la modalidad de reintegro (al igual que en ningún otro sorteo tanto ordinario como extraordinario) pero fue en septiembre de aquel mismo año (1941) cuando se estableció esta opción, haciendo que la medida fuese todo un éxito y aumentase la participación y la venta de décimos. Cinco años después (1946) se aplicó el premio a la terminación.
Todas esta medidas fueron animando aún más a los jugadores de lotería que con el tiempo lo convirtieron en el segundo más importante del año tras del de Navidad. El gran artífice e impulsor de lo que hoy en día conocemos como Lotería del Niño se debe al empeño del General Fernando Roldán y Díaz de Arcaya quien ocupó el cargo de Director General de Timbre y Monopolios desde el 11 de noviembre de 1939 hasta el 13 de mayo de 1957.
Durante los años de la postguerra civil, el Estado aprovechaba todo el beneficio de la venta de la lotería para invertirlo en la creación de hospitales, centros escolares y nuevas infraestructuras, muy necesarios en aquella época.
En la actualidad, el dinero de la venta de lotería que no está destinado al pago de premios va a parar en su mayoría al Tesoro Público, como medio para inflar, en la medida de lo posible, las arcas del Estado. Al contrario de cómo se realizaba hace unos años en los que se destinaba la mayoría de lo recaudado a la construcción de infraestructuras necesarias, hoy en día parte de ese dinero se destina para subvencionar a la Liga Nacional de Fútbol Profesional, el Consejo Superior de Deportes o las Comunidades Autónomas.
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