JUAN BELMONTE
UNA VIDA EN LOS LIBROS
Jesús Cuesta Arana**
Desde niño le gusta perderse por las hojas de un libro. A la quincallería del padre, siempre llegan en salteo –procedentes de los “restos de un naufragio”– algún que otra manoseada edición. De modo que forma biblioteca de ocasión y provisional. Pasa las horas muertas y las vivas también compaginando las aventuras de Emilio Salgari, Julio Verne, Blasco Ibáñez... Lee todo lo que se presente lo mismo una comedia que un cuento sea chino o no; el drama espeso que la fulgurante epopeya; la tragedia en actos que la novela; la elegía que el epigrama; biografías de santos y héroes que el folletín y a veces hasta “pliegos de cordel” que también entran y salen.
Aquel niño de la golferia trianera, de las noches furtivas de plenilunio y toros en un suspiro alterna con la celebridad nacional: Valle Inclán, Pérez de Ayala, Julio Camba, Romero de Torres, Gregorio Marañón, Miranda, Luis de Tapia...Está escrito: Juan Belmonte es el torero de más altos vuelos. De Pasmo de Triana pasa a ser Pasmo de España, como lo bautiza el poeta Fernando Gillis. Un personaje avant la lettre (adelantado a su tiempo). Le da la vuelta como un cromo al Toreo. Cambia las manos por los pies. La trabajosa lidia se ve traspasada por el sentimiento, por el acento personal. El toreo es puro arte en elevación. La poesía se viste de luces. De la misma forma que es barroco (llama), es romántico (pasión) y expresionista (intensidad).
Lleva una espuerta atestada de libros a la vera de los trastos o los avíos de torear. Amortigua el miedo y la soledad del triunfador con la lectura. Según El Gallo “se lee todo lo que se ha escrito en el mundo”.
Ya con la vejez bien trabajada en su finca-retiro de Gómez Cardeña luce y reluce frondosa biblioteca de autores heterogéneos que recuerda el periodista Paco Montero: Ortega y Gasset, Zweig, Mauriac, Benavente, Papini, Zilahy, Wilde,Chesterton,France, Dostoyesky, Montherlant, Hemingway...
Todo está en los libros como trasuntos de la vida. Todo. Por una lado se ilumina la alegría, triunfo, fama, amor, contento, cante, gigantes y molinos, vino y rosas...Por otro se sombrea la pobreza, lágrima, sudor, miedo, melancolía, fracaso, muerte, soledad, sangre... La vida misma de Juan Belmonte que al final se resume en dos libros: igual que el joven Wherter de Goethe se suicida –según se cree– por amor otoñal y no correspondido. También él mismo se quiere reflejar en su retrato (el que le pinta Zuloaga) en una suerte de alter ego, como en la obra de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray, sueña permanecer eternamente joven y que sea la pintura de su imagen virtual la que envejezca.
Aquel 8 de abril de 1962, una pistola –casi de juguete– le da el último golpe certero a Juan Belmonte y a sus sueños de Peterpan.
Para rematar, la vida y la tragedia de Juan Belmonte o El Pasmo de Triana es un libro -en papel y aire- que persiste por las caras del tiempo.
Desde niño le gusta perderse por las hojas de un libro. A la quincallería del padre, siempre llegan en salteo –procedentes de los “restos de un naufragio”– algún que otra manoseada edición. De modo que forma biblioteca de ocasión y provisional. Pasa las horas muertas y las vivas también compaginando las aventuras de Emilio Salgari, Julio Verne, Blasco Ibáñez... Lee todo lo que se presente lo mismo una comedia que un cuento sea chino o no; el drama espeso que la fulgurante epopeya; la tragedia en actos que la novela; la elegía que el epigrama; biografías de santos y héroes que el folletín y a veces hasta “pliegos de cordel” que también entran y salen.
Aquel niño de la golferia trianera, de las noches furtivas de plenilunio y toros en un suspiro alterna con la celebridad nacional: Valle Inclán, Pérez de Ayala, Julio Camba, Romero de Torres, Gregorio Marañón, Miranda, Luis de Tapia...Está escrito: Juan Belmonte es el torero de más altos vuelos. De Pasmo de Triana pasa a ser Pasmo de España, como lo bautiza el poeta Fernando Gillis. Un personaje avant la lettre (adelantado a su tiempo). Le da la vuelta como un cromo al Toreo. Cambia las manos por los pies. La trabajosa lidia se ve traspasada por el sentimiento, por el acento personal. El toreo es puro arte en elevación. La poesía se viste de luces. De la misma forma que es barroco (llama), es romántico (pasión) y expresionista (intensidad).
Lleva una espuerta atestada de libros a la vera de los trastos o los avíos de torear. Amortigua el miedo y la soledad del triunfador con la lectura. Según El Gallo “se lee todo lo que se ha escrito en el mundo”.
Ya con la vejez bien trabajada en su finca-retiro de Gómez Cardeña luce y reluce frondosa biblioteca de autores heterogéneos que recuerda el periodista Paco Montero: Ortega y Gasset, Zweig, Mauriac, Benavente, Papini, Zilahy, Wilde,Chesterton,France, Dostoyesky, Montherlant, Hemingway...
Todo está en los libros como trasuntos de la vida. Todo. Por una lado se ilumina la alegría, triunfo, fama, amor, contento, cante, gigantes y molinos, vino y rosas...Por otro se sombrea la pobreza, lágrima, sudor, miedo, melancolía, fracaso, muerte, soledad, sangre... La vida misma de Juan Belmonte que al final se resume en dos libros: igual que el joven Wherter de Goethe se suicida –según se cree– por amor otoñal y no correspondido. También él mismo se quiere reflejar en su retrato (el que le pinta Zuloaga) en una suerte de alter ego, como en la obra de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray, sueña permanecer eternamente joven y que sea la pintura de su imagen virtual la que envejezca.
Aquel 8 de abril de 1962, una pistola –casi de juguete– le da el último golpe certero a Juan Belmonte y a sus sueños de Peterpan.
Para rematar, la vida y la tragedia de Juan Belmonte o El Pasmo de Triana es un libro -en papel y aire- que persiste por las caras del tiempo.
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***Jesús Cuesta Arana,es pintor y escultor: Click
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